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Christina Rosenvinge

Christina Rosenvinge: “Los prejuicios son formas de pensamiento para vagos”

Publica “Debut”, su primer libro, en el que aúna canciones, relatos y reflexiones sobre la música y sobre su experiencia vital

Christina Rosenvinge / Foto: Jesús G. Feria
Christina Rosenvinge / Foto: Jesús G. Ferialarazon

Publica “Debut”, su primer libro, en el que aúna canciones, relatos y reflexiones sobre la música y sobre su experiencia vital.

Conozco a Christina Rosenvinge desde antes que de agujerease unas medias de rejilla para subirse al escenario y hacer «Chas». Por entonces yo asistía a clases de inglés en el Instituto Americano, junto a Alejo Stivel (Tequila), y Alex y Christina pasaban de vez en cuando a recogerlo. Ella era una chica rubia de melena mitológica y gesto enfurruñado y misterioso. Tenía el encanto de las nórdicas pasadas por el universo latino y de las estrellas que aún no saben que lo serán. Seguimos coincidiendo con el pasar de los años, pero fue la maternidad la que nos reunió después de que su hijo y el mío se volvieran inseparables. Ella era, claro, la madre más guay, la de las guitarras, la del rollazo, la del anuncio de cerveza, la que montaba en bici y se los llevaba a hacer skate. Imposible competir. Pero nos volvimos cómplices mientras nos dejábamos a los niños en casa de una u otra según las giras musicales o literarias.

Ahora Christina tiene de las dos. Siempre escribió magníficas canciones. Y en su primer libro, «Debut» (Random House), donde las mezcla con su propia vida, ha dejado claro que lo suyo siempre fue la literatura. Lo raro es que haya elegido mirar hacia atrás, con lo poco que le gusta. «Es que no creo que sea el momento de revisar sino el de mirar adelante, porque me siento en plena potencia creativa. Pero en un libro sí tenía sentido». Un libro que empezó siendo un cancionero acompañado de un ensayo desde el que enseñar a escribir canciones, pero que el gran Claudio López Lamadrid decidió convertir en otra cosa. «Lo llevé a varias editoriales sin éxito. Y Claudio se enfadó muchísimo por no habérselo propuesto a él primero. Me dijo que quería que escribiera más. Unas líneas sobre cada canción. Como eran 107, le propuse hacer un capítulo entero por cada disco, con las letras. Y nos fuimos inventando el proyecto en esa comida. Ahí mismo me sacó un contrato. Salí encantada, pero pensando que me había comprometido a escribir un libro». Ningún problema para Christina. Lleva años escribiendo letras, que antes de serlo fueron cuentos, relatos... Solo tenía que quitarse el corsé. «Toda la vida contando sílabas con los acentos, usando sinónimos, alterando el orden de las frases para conseguir encajar melodía y verso y, de repente, poder escribir sin ese corsé de la métrica era como cuando al corredor checoslovaco Zátopek le quitaban las botas de soldado con las que entrenaba y corría que te mueres. Te quitas el corsé y descubres una libertad maravillosa», afirma. El resultado es una auténtica joya que además de las canciones y el ensayo primigenios incluye diarios, relatos, conversaciones... El libro es tan sorprendente de forma y de fondo que al leerlo es inevitable preguntarse si todas esas memorias de juventud son reales. «Lo son. Las rescaté porque parecen testigos de esa época. Ahora no podría escribir con esas emociones tan dramáticas que tiene uno en la juventud. Incluyen incluso sueños muy extraños, como el de que todo el mundo a mi alrededor se suicidaba. Me pareció tan curioso que lo tuve que poner».

Más humor que nostalgia

Una mirada al pasado, sí, pero con más humor que nostalgia «La nostalgia destruye el presente. Veo mucha gente que según va cumpliendo años bucea demasiado en el pasado, que solo quiere recordar. Y así no puedes apreciar lo que está pasando ahora, lo que echarás de menos cuando pasen veinte años y más vale que lo disfrutes. Tenemos tendencia a idealizar lo que ocurrió y a ser demasiado críticos con lo que está ocurriendo», asegura. También la tenemos a seleccionar los recuerdos y reinventar nuestra historia. «Lo que eliges contar y el tono, más trágico o más irónico, no significa que estés convirtiendo lo que cuentas en ficción; pero a lo mejor no cuentas la realidad tan cruda. Y es cierto que la memoria también inventa».

Sin invenciones, el pasado musical de Christina empieza haciendo «Chas». Primer éxito con una letra que esconde una historia muy profunda, enlazada a Jorge Amado y a los fantasmas. «Por entonces leía mucho realismo mágico y se me ocurrió la idea del amigo imaginario que aparece y desaparece. Está escrita con la ingenuidad los 21 años; pero todas las letras de Alex & Christina jugaban con el realismo mágico». Los críticos ni se enteraron, ni le perdonaron la ingenuidad, el pop y el éxito. En una entrevista uno llegó a acusarle de «tener un pasado».»Le respondí: “Pasado tiene Mengele. ¡Yo solo hice ''Chas!''». Pero bueno, la lucha contra los prejuicios es algo que conocemos todas las mujeres perfectamente. Los prejuicios son formas de pensamiento para vagos, para gente que no quiere pensar cada vez que tiene que formar una opinión». Con «Debut» Christina le da una patada a esos prejuicios y a los estereotipos y deja al aire su intimidad: «Tu laboratorio de emociones eres tú mismo, entonces a la hora de hablar de las emociones humanas la forma de ser más creíble y genuina es hablar de las tuyas. El dilema está entre el pudor y el material que tienes. ¿Cuánto puedes contar? Llega un momento en que al contarlas o al convertirlas en canción todo se supera, se transforma y crea una extraña alquimia». Miro a Christina y pienso en quienes la ven como una mujer frágil. No lo es. Tiene carácter y seguridad. Especialmente en lo que cuenta y en cómo lo cuenta. «Todos tenemos cierto grado de inseguridad en algunas cuestiones, pero justo en la escritura y en el discurso te diría que no. He podido tener inseguridades como intérprete, pero no en el terreno de la composición, porque siempre me ha costado poco y he notado que tenía mucha más facilidad que los hombres que me rodeaban». El libro recoge las emociones efervescentes de Christina en Nueva York, «que me sirvió para apreciar realmente cosas que das por sentadas cuando vives en Madrid, como tener una calle limpia y sanidad pública, que allí son utopías. Es increíble que la potencia que dirige económicamente el planeta esté tan atrás en derechos sociales». Y también habla de feminismo, de amor, de desamor, de música, de errores, de éxito, de fracaso... Es un libro tan bello y tan intenso como la propia Christina Rosenvinge. No les digo más.