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Cimarro, el hombre más poderoso del teatro español

Así le bautiza «Forbes» y le sitúa entre las 100 mentes más creativas del panorama internacional. El viernes levanta el telón de un Festival de Mérida que dirige y que acogerá a «Nerón», a «Fedra», a «Ben-Hur»...

Cimarro, el hombre más poderoso del teatro español
Cimarro, el hombre más poderoso del teatro españollarazon

Así le bautiza «Forbes» y le sitúa entre las 100 mentes más creativas del panorama internacional. El viernes levanta el telón de un Festival de Mérida que dirige y que acogerá a «Nerón», a «Fedra», a «Ben-Hur»...

Cuando era un niño, soñaba con llevar el «Yo, Claudio» que veía por la televisión al teatro. Y lo hizo. Con 17 años, y desde el gallinero de un teatro en el País Vasco, vio a Lola Herrera en «Cinco horas con Mario». Se quedó pillado con aquello hasta que, tres décadas después, fue él quien produjo el montaje. Llegó a Madrid y se mudó enfrente del Teatro de La Latina: «Algún día trabajaré ahí», dijo. Hoy forma parte de su imperio. «Nunca sabes por dónde te va a llevar la vida», ríe «el hombre más poderosos del teatro español», como apoda «Forbes» a Jesús Cimarro. Es la propia revista estadounidense la que sitúa al productor como una de las «100 mentes más creativas» del panorama internacional. Casi nada. Mientras tanto, en la Península encabeza, entre varias asociaciones, la Academia de las Artes Escénicas, ha sacado del fango al Festival de Mérida, que estrena el viernes su LXIV edición, y, por supuesto, lidera Pentación, lugar en el que lleva remando por y para el teatro 30 años exactos.

–¿Cómo sienta lo de «Forbes»?

–Ha sido una sorpresa, aunque siempre me he definido como un productor más allá de lo económico. Cuando me dedico a plantear un proyecto de artes escénicas tengo muy claro que hay una parte artística. Una de las razones por las que aparezco, creo, es porque he mostrado lo que soy capaz de hacer en una institución como Mérida, donde llevo la parte artística y la de gestión. Y ambas han funcionado. Lo dicen las cifras y el público, que es para quien trabajo. Ir en su contra es darse contra un muro. Cuando se manejan recursos públicos hay que dar resultados. He producido más de 200 espectáculos, así que algo de idea tengo.

–Con solo ver un ensayo ya sabrá si va a ser un éxito...

–Intento ponerme en el puesto del espectador y tengo presente que los espectáculos en vivo dependen del estado de ánimo, de esto (se toca la cabeza) y esto (el corazón). Por eso todo en el arte es subjetivo y hay que respetarlo. Mi empresa (Pentación) acaba de cumplir 30 años con el mismo nombre y el mismo CIF, y eso en el mundo de la cultura es muy difícil. Es un sector que tiende a la desorganización. Que haya grandes estructuras, ya sea el Prado o una empresa privada, es muy importante para la continuidad. Si no, al final, estás al albur de cualquier persona.

–¿Y dónde está su gusto?

–Muy poca gente lo sabe... (ríe).

–Espero que usted sí...

–Evidentemente. Del mismo modo que no me han gustado todos los montajes que he producido, pero no son para mí.

–¿Cuáles son las referencias de esta «mente creativa»?

–Tengo mis gustos. «Yo, Claudio», me acuerdo cuando veía la serie de pequeño, siempre dije que la montaría en teatro. Y lo mismo me ha pasado con «Cinco horas con Mario», ahora en su gira de despedida.

–Presidente de la Academia, de la Asociación de Productores de Teatro de Madrid y la Federación Estatal de Empresas Productoras de Teatro y Danza, director de Pentación y del Festival de Mérida... ¿Por dónde se empieza a leer su currículum?

–La suerte que tengo es disponer de un gran equipo que me permite dedicar el tiempo a otros menesteres. Siempre he creído en el asociacionismo porque es muy importante que un sector esté organizado.

–¿Cómo se logran dignificar las artes escénicas?

–Poniéndolas en valor y visibilizándolas para que la sociedad perciba que son importantes.

–Un trabajo que va más allá del escenario, supongo, señalando directamente a la gestión.

–Por eso decidí escribir «Producción, distribución y gestión del teatro». Es muy importante hablar sobre la experiencia para ver con distancia los errores y los aciertos. Es fundamental ver la Historia para equivocarse lo menos posible.

–Ya sabe que todo es cíclico...

–Pero si se puede evitar, mejor.

–Cuando José Luis Alonso de Santos le dejó su puesto al frente de la Academia dijo que quedaba para usted «el reto de hacerla crecer», ¿cómo va?

–Es un proyecto que ha mantenido el 50% de la antigua directiva y que ha apostado por la paridad, que es algo a cuidar en la sociedad. Y creceremos consiguiendo más visibilidad del sector.

–¿Van a crear unos premios?

–De momento hay una comisión entre los Max y la Academia para estudiar de qué manera podemos colaborar.

–Acaban de celebrarse los Max y están muy lejos de ser los «Goya del teatro»...

–Hay que darles una vuelta muy grande porque hay una gran parte del producto que no se ve reflejada.

–¿Se han dado un plazo?

–Me gustaría que antes de terminar mi mandato estuvieran en marcha.

–Otra de la lista «Forbes», le definían como «el hombre más poderoso del panorama teatral español»...

–Es una opinión...

–¿Pero es verdad?

–Me considero un trabajador del sector. Llevo muchos años aquí para caer en determinados titulares. Solo creo en trabajar, trabajar y trabajar.

–Vamos con Mérida. Veo que tiene el póster de 2012, cuando asumió el mando del Festival en la pared (del despacho). Entonces, había 4,5 millones de deudas...

–Fue un reto, pero es una etapa superada. Nadie quería ir a trabajar allí. Y el cartel está ahí estratégicamente, es un antes y un después en el festival.

–¿Y en su carrera?

–Sí, porque he demostrado que el modelo de gestión mixta funciona: un festival público gestionado desde lo privado. Quería articular una fusión que tuviera un poco de éxito y hemos triplicado la asistencia. Me dicen que siempre hablo de cifras, pero es que hay que hacerlo.

–Aun así quiso recuperar la esencia grecolatina.

–Parte del público lo demandaba porque es la esencia. Nosotros lo que hicimos es tratarlo con una mirada contemporánea.

–Centrándonos en este año, que empieza ya, ¿la gente va a ver a Raúl Arévalo o a Nerón, a Fedra o a Lolita?

–Vamos mezclando. Cuando pienso una programación es en conjunto. No es lo mismo programar el Bellas Artes que el Teatro Romano de Mérida.

–¿Es la recuperación de Mérida consecuencia directa de la creatividad de la que habla «Forbes»?

–Eso no lo sabremos nunca.

–¿Y dónde está la creatividad en la gestión?

–Es un conglomerado. Hay que conocer la profesión y el sector.

–¿Encajaría usted, por ejemplo, en Sanidad?

–Tendría que prepararme bien y tener muchos años de experiencia, pero, de momento, ni me metería. Zapatero a tus zapatos. Una de las cosas de la que adolece la política es de buenos gestores. Estos deben estar en las empresas públicas porque si no las cosas no van bien.

–¿Carecemos de buenos gestores?

–Los hay, pero si no están en su campo... Las mentes que deciden eso deberían pensar.

–¿No piensan?

–No lo digo yo, sino la realidad. Y eso que soy un claro defensor de la clase política. Es fundamental tener muy buenos dirigentes porque manejan el país. Creo que, siempre que sean los mejores, deberían estar mejor pagados. Si fuera así, tendríamos a gente que está haciendo política desde otros lugares.

–Tenemos nuevo ministro de Cultura, José Guirao, del que estuvo en su toma de posesión. ¿Ya se han sentado a hablar?

–No nos hemos reunido, pero ya está solicitada la cita.

–¿Va a salir el IVA?

–Por supuesto. Hemos pasado la primera parte de la batalla, pero falta. La mayor parte de las giras se hacen en teatros públicos que tienen que pagar el 21% con presupuestos municipales. Si se bajase al 10% esos ayuntamientos podrían disponer de 11 puntos más para programar. Un dinero que, a priori, puede dejar de percibir Hacienda, pero estamos haciendo estudios para demostrar que con eso se puede ampliar la cartelera, aproximadamente, un mes. Compañías, orquestas, espectáculos en vivo... Al final el fisco recibiría mucho más porque las empresas pagan el 32,6% a la Seguridad Social y el trabajador el 6%, ya va casi un 40%, y de IRPF se paga, como mínimo, entre el 15 y el 20%... Eso en términos estrictamente económicos. Lo más importante, se genera empleo.

–Y se ve cultura...

–E, indirectamente, todo lo que está alrededor del evento se beneficia.

–Pida cita en Hacienda ya.

–(Risas) Estamos trabajando. El otro punto es una ley de mecenazgo de verdad.

–¿Cómo debe ser?

–A partir de los ejemplos italiano, brasileño y colombiano hacer una norma para nuestro país. Una ley que potencie los grandes contenedores culturales públicos y que sirva para que la empresa privada pueda invertir en cultura y se beneficie.