Estados Unidos

Cinco falsos Goya cada día

Manuel Mena, ayer, junto a una de las obras que el Prado posee de goya
Manuel Mena, ayer, junto a una de las obras que el Prado posee de goyalarazon

Cuando Manuel Mena habla de Francisco de Goya los ojos se le encienden. Pone tanta pasión que parece que trajera al pintor de nuevo a la vida. Y eso que en el momento en que se le pregunta si le hubiera gustado conocerle, mantener una conversación de tú a tú, no se lo piensa: «Pues quizá no, porque lo mismo resultaba un aburrido», contesta mientras deja escapar una sonrisa. Quizá porque se podría romper la magia. «Era un hombre al que le gustaba la verdad y eso duele a los demás. Era excepcional y discreto, reservado. No le gustaba hablar mucho ni era hombre de grandes parrafadas», se explaya. La jefe del área de Conservación de Pintura del siglo XVIII y Goya del Museo del Prado presentó ayer la cuarta Cátedra que se impartirá en la pinacoteca y que tendrá al genio de Fuendetodos como protagonista. Y lo hizo paseando potr las salas y deteniéndose delante de sus cuadros. Señalando un color aquí o dibujando en el aire una figura. Y así adelantó que que existen bastante sprobabilidades de recuperar, por ejemplo, los marcos originales de las majas, así como los de «Los fusilamientos del 3 de mayo en la montaña de Prícnipe Pío» y «El 2 de mayo o la carga de los mamelucos», obras que durante un tiempo fueron consideradas como «políticamente incorrectas». Ayer se abrió el plazo de inscripción y en octubre comenzará el curso, que reunirá, además de a mena, a un destacado grupo de estudiosos, y que está patrocinada por Mutua Madrileña. Cuando el nombre de Goya sale a la palestra lo hace también casi invariablemente el de las atribuciones. De las obras salidas de su mano, «que no son una barbaridad, aunque no podría precisar exactamente cuántas porque soy bastante mala para los números, aunque no es una producción abundantísima», asegura, al tiempo que remarca que el artista es «una fuente de estudio. Siempre estamos trabajando sobre su obra y aún quedan muchas cosas por estudiar». ¿Y obras atribuidas que no pintó? «Podemos estar hablando de un 10 por ciento que no son suyas en todo el mundo. Y es que realmente existe un enorme optimismo: hay muchas ganas de tener un Goya en casa, de ser propietario de un cuadro del pintor como si se tratara de una fijación o una psicosis», explica, aunque Mena no quiere ni pensar en la idea de tener uno colgando de las paredes de su domicilio: «No me hago a la idea y no es en abolsuto un acto de generosidad, es simplemente que creo que es un creador tan importante que debe estar al alcance de todos y ser accesible para la gran mayoría. Y lo dice quien se bate el cobre por poder comprar uno para el Museo del Prado. Es tan inconmensurable que siempre debe estar al alcance del público y resultar accesible, aunque, claro, comprendo que hay muchos que tienen una pasión exacerbada por tener un Goya en propiedad», comenta.

El trabajo del Louvre

El Metropolitan ya hizo su trabajo (despejó la «x» de obras que no habían salido de la mano del pintor) y el Louvre, a finales del pasado mes de abril celebró varias reuniones con especialistas con el objetivo de arrojar un poco más de luz sobre su producción. «Tiene obras muy concretas y lo desatribuido ya lo está desde hace tiempo, aunque haya quienes todvía se nieguen a hacerlo». No obstante se muestra muy cauta a la hora de señalar nominalmente un museo, no quiere dar nombres ni adelantar si en breve el Museo podrá estar en condiciones de dar una noticia. Por sus palabras es más que probable que así sea, pero prefiere guardar silencio de momento. «Estamos limpiando e investigando para logarar al final una documentación impresionante». De lo que no tiene duda alguna es de que sobre los tapices y los retratos no hay duda: «Son los que son».

Fotos goyescas

Mena explica que cada día llegan al Museo del Prado de tres a cinco fotografías (no cuadros) de obras que dicen haber salido de la paleta de Francisco de Goya. Y algunos días más, hasta nueve. Todos los días. Los envían no sólo desde España, sino desde todo el mundo. Y muchas provienen de Estados Unidos. «Son lo que antes se llamaban artóleos, es decir, fotos pegadas en un lienzo, banizadas por encima y que daban así la apariencia de un cuadro. Obras que han pasado de generación en generación, que han estado en familias desde hace años y que son tenidas como tales. La verdad es que cuando las recibimos, es tan evidente que aquello ni es un Goya ni se le parece que nos inspiran hasta cierta ternura porque no se trata de gente que obre de mala fe. Cualquiera podría darse cuenta de que es imposible que sea un Goya. Desde luego, son muy fáciles de detectar a simple vista», comenta. En otras ocasiones tiene que volver la mirada a contemporáneos del pintor como Maella o Bayeu para establecer comparaciones. E incluso a Inza o Carnicero.

El interés que sigue despertando el pintor es inusitado: «En su tiempo, porque el mejor era él, conseguía el mayor naturalismo, tenía capacidad para idealizar los rostros y acertaba con las expresiones de aquellos que retrataba. Y hoy por esa fascinanción que crece de la que antes hablaba». Basta retrotraerse al pasado y comprobar que las grandes fortunas de antaño tenía un cuadro con su firma, lo mismo que las actuales. Leyendas más o menos urbanas sobre el aragonés las sigue habiendo: frente a «La condesa de Chinchón» mena dijo que era una mujer «totalmente enomorada de su marido, Manuel Godoy, y no era ninguna víctima en el momento en que la pintó».

Explica que en Goya se da esa dicotomía de un artista que está tremendamente enraizado en lo español y que al tiempo es universal. Un hombre que no era un intelectual, pero que tenía una avidez impresionante, muy especial». ¿Conoceremos alguna obra nueva en poco tiempo? «Ya veremos», dice, como no dando importancia al asunto. Y deja para el final del recorrido museístico la que define como «zona escandalosa», pues en ella se pueden ver «El coloso» y «La lechera de Burdeos», sobre la que existieron dudas acerca de la autoría del maestro.