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El idioma español, que proviene del latín, bebe además de muchas otras fuentes secundarias, dada la larga e intensa historia de nuestro país. Por la Península Ibérica pasaron numerosos pueblos, como los celtas, los íberos, los cartagineses, los romanos, los árabes, los visigodos… y cada uno de ellos dejó su estampa en nuestras costumbres y expresiones.
Muchas de las palabras que derivan de otras lenguas y que hemos incorporado al español suelen diferenciarse porque contienen una estructura y sonoridad muy distintas al resto. Sin embargo, esto no siempre es así, y algunos términos que nos acompañan desde hace siglos han sido ‘castellanizados’ hasta el punto de que casi no son identificables.
Actualmente ocurre de forma más notoria esta inserción de vocablos extranjeros con los anglicismos, aunque en otros tiempos no era así. Durante los ocho siglos que los árabes permanecieron en la Península Ibérica hasta que terminó la Reconquista, dejaron su influencia en la arquitectura, el arte, la ciencia y también el idioma.
A la cultura de al-Ándalus le debemos el Albaicín, la Mezquita Catedral de Córdoba, los churros, las albóndigas, etc. Muchas de estas influencias han llegado hasta nuestros días, y aunque algunas palabras (como almohada o albahaca) son fáciles de identificar, no sucede lo mismo con otras. Hoy hablaremos de algunas de uso extremadamente común, pero de las que poca gente sabe su origen.
De todos los términos de los que dispone el rico idioma español, se calcula que en torno a unas 4.000 palabras podrían proceder del árabe. Muchas hacen referencia a sus avances técnicos en agricultura o a su diseño y distribución arquitectónica de los espacios. Veamos entonces cinco sorprendentes términos que hemos heredado de los árabes.
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