Cine

Crítica de “Cerdita”: deseo o venganza ★★★☆☆

Un fotograma de "Cerdita"
Un fotograma de "Cerdita"ImdbImdb

Dirección y guion: Carlota Pereda. Intérpretes: Laura Galán, Carmen Machi, Claudia Salas, Pilar Castro. España, 2022. Duración: 90 minutos. Terror.

“Cerdita” deja la puerta abierta a varias moralejas, a saber: que quien la hace la paga; que la venganza tiene un límite, demarcado por la culpa; que el reconocimiento y la empatía entre los que se sienten distintos no puede estar por encima de la vida de los que maltratan. Carlota Pereda ha hecho, pues, un ‘slasher’ moral, en la medida en que, como ocurría en el corto homónimo en que se inspira, el ‘bullying’ (en la mejor escena del filme, la de la piscina) es el catalizador de un descenso a los infiernos durante el que los verdugos se convertirán en víctimas y la víctima, en testigo mudo y singular ‘final girl’. Uno de los grandes aciertos de la película es situar la acción en un pueblo de Extremadura: el ambiente de pueblo abrasado por el sol, los rumores y la falta de futuro, que impregna desde las morcillas de arroz de la carnicería de la familia de Sara (Laura Galán) hasta el “Todo por la patria” del puesto de la Guardia Civil, hacen local una historia con aspiraciones universales, que se alimenta de los códigos del cine de asesinos en serie para desplazarlos a un retrato despiadado de la España rural.

Al contrario que Carrie, que podría ocupar un lugar privilegiado en el árbol genealógico de “Cerdita”, Sara no tiene poderes telequinésicos; es decir, lo que la hace verdaderamente distinta -su deseo por lo monstruoso- se despliega en el terreno del más puro costumbrismo. Es la idea más arriesgada de la película, que, por desgracia, no desarrolla lo suficiente, instrumentalizándola para que, finalmente, Sara pueda ser protagonista de su propia historia más allá del papel pasivo asociado a su condición de eterna humillada. El empoderamiento gana al deseo prohibido.

Lo mejor

La escena de la piscina y la asfixiante descripción del ambiente de la España rural.

Lo peor

No se atreve a apostar por la definitiva atracción del abismo.