Estreno

Crítica de “Un año, una noche”: la escritura del desastre ★★★★☆

¿Es posible recomponerse tras una tragedia del calibre de un atentado terrorista? Isaki Lacuesta reflexiona sobre ello en "Un año, una noche"
¿Es posible recomponerse tras una tragedia del calibre de un atentado terrorista? Isaki Lacuesta reflexiona sobre ello en "Un año, una noche"BTEAM

Dirección: Isaki Lacuesta. Guion: Fran Araújo, Isa Campo e Isaki Lacuesta, según un libro de Ramón González. Intérpretes: Noémie Mérlant, Nahuel Pérez Biscayart, Quim Gutiérrez, Alba Guilera. España, 2022. Duración: 120 minutos. Drama.

Cuando, citando a Maurice Blanchot, el crítico Serge Daney hablaba de “la escritura del desastre” del cine de Alain Resnais, ponía en relación la catástrofe colectiva con el trauma individual a través de la memoria. Isaki Lacuesta se ha atrevido a recuperar esa escritura para abrir una herida contemporánea -el atentado de la sala Bataclán- que hasta ahora el cine había mirado de reojo. Inspirándose en las experiencias del superviviente Ramón González, ha examinado la lengua bífida de los recuerdos. Por un lado, la parálisis; por otro, la negación. “Un año, una noche” está organizada alrededor del relato que una y otra generan. Es interesante el modo en que, desde el montaje, opera la memoria de esa noche fatal para Ramón y Céline. En el reconocimiento como víctima, y en lo que supone admitir en esa condición un desajuste con el tiempo vivido, Ramón parece dispuesto a volver a empezar, aunque sea desde la fragilidad de un presente sin anclajes.

En la rígida, impostada ocultación de su herida, Céline es atacada por los imperativos de la memoria, que rompen continuamente su presente. Es una hermosa manera de contrastar los dos puntos de vista, de viajar de uno a otro, aunque eso obligue a Lacuesta a volver demasiadas veces al Bataclán, en un eterno retorno que acaso lastre un poco el ritmo del relato, y traicione la subjetividad de Céline. Estamos más pegados a su rostro que a lo que ven sus ojos. Pero tal vez ella entonces también sea su propia imagen mental, para evitarse a sí misma la violencia literal, desgarradora, de un acto irrepresentable.

Lo mejor

Que explore con tanta sensibilidad las conexiones entre duelo y memoria ante una catástrofe colectiva e individual.

Lo peor

En las idas y venidas a las imágenes traumáticas del Bataclán se pierde algo de fuelle.