Crítica de «El despertar de María»: Una limpiadora con mucho arte ★★★☆☆

Dirección y guion: Lauriane Escaffre, Yvonnick Muller. Intérpretes: Karin Viard, Grégory Gadebois, Noée Abita, Catherine Salée, Muriel Combeau, Philippe Uchan. Francia, 2022. Duración: 93 minutos. Comedia romántica.

Los tiempos han cambiado, incluso hoy puede que el maravilloso final con el que Clint Eastwood cerraba «Los puentes de Madison» fuera muy distinto. De cualquier manera, la María que protagoniza el primer largo de Lauriane Escaffre e Yvo Muller ha decidido no mojar más las canas en el café como aquella de Mecano aunque el pasivo esposo portugués (nos preguntamos aún el motivo) de la protagonista se haya transformado hace tiempo en un simple compañero con el que compartir piso y poca cama. De manera que cuando consigue un trabajo en el equipo de limpieza de la prestigiosa Academia de Bellas Artes de París, la existencia, vacía, rutinaria, tristona, le da un vuelco. Gracias, en esencia, al grandullón Hubert, el extraño conserje de la escuela, un amante del rock obsesionado con dominar los icónicos movimientos bailando de Elvis Presley, que imita mientras nadie lo ve. Aunque también ayude en la transformación de María una desprejuiciada alumna que habla de sexo y relaciones abiertas con completa naturalidad y el descubrimiento del propio arte, de la libertad creativa, aunque una obra pueda ser sustituida por otro tarro de mantequilla y nadie se de cuenta. Los cineastas franceses saben bien cómo trajinarse estas improbables, inofensivas comedias románticas, máxime contando con la ayuda de este par de entrañables personajes ya maduros anclados en vidas solitarias y para quienes la palabra frustración forma parte desde hace demasiado tiempo de sus lenguajes internos, aunque les cueste pronunciarla en público. La película, con un desenlace cantado y alguna circunstancia difícil de creer (el que María se vuelva la «musa» del centro a las primeras de cambio, por ejemplo), se lo debe casi todo a las excelentes interpretaciones de Karin Viard y Grégory Gadebois. Nos tememos, sin embargo, que estos «despertares» sentimentales y a nivel existencial no suelen funcionar así. Ojalá.