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Alegría, tristeza o nada de nada

Ibon Cormenzana aborda una historia sobre la superación de la pérdida que hace sentir emociones con un personaje que no las siente.
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Ibon Cormenzana aborda una historia sobre la superación de la pérdida que hace sentir emociones con un personaje que no las siente.
Se llama alexitimia y es un trastorno que sufre un diez por ciento de los seres humanos en diferentes grados. «Algunos incluso no lo saben y tiene que reconocerlo una persona de su entorno. Hemos visto muchos casos así», cuenta Ibon Cormenzana, director de «Alegría Tristeza», sobre la clave de la historia, la primera que dirige en 11 años. Las vivencias en ese tiempo han terminado siendo el núcleo de esta historia. «Y muchas otras, claro. Después de tanto tiempo casi me he sentido como haciendo mi opera prima, y en las primeras películas todos los directores acaban condensando los elementos que forman parte de su universo», comenta el realizador. Y el tema principal eran las emociones. «Pero un día Jordi Vallejo, el co-guionista, me trajo un artículo sobre la alexitimia, y pensamos que ahí había algo interesante: intentar hacer al público sentir muchas cosas, bueno, los cuatro sentimientos esenciales que son alegría, tristeza, miedo y rabia, a través de un personaje que no siente nada en absoluto».
Emociones reprimidas
La película, de hecho, iba a titularse con los cuatro sustantivos. «Pero nos dijeron que era largo y al menos tres palabras negativas, así que lo cortamos», bromea Cormenzana. Sin embargo, la película está lejos de nacer de un artículo de prensa. «No, claro. Es algo que quería explorar porque yo siempre ha sido una persona muy emocional, pero como vasco, siempre me ha costado transmitirlas. Así que en estos años he estado haciendo ejercicios para sacarlas de dentro. Así que yo he sentido esa dificultad que tiene el personaje de Roberto Álamo. Y bueno, mis hijas están en la edad de Claudia, la protagonista, y la luminosidad de personaje de Manuela Vellés también la he sentido de cerca. Incluso la frustración de Pedro Casablanc por no haber sido mejor padre la he conocido en personas solo por pertenecer a una generación anterior, en la que se ha llevado más la autoridad que la comprensión o la compasión. Yo también he vivido eso y hasta tengo gente cercana que ha estado en psiquiátricos», asegura.
El personaje de Roberto Álamo deja de sentir para protegerse del dolor, una reacción absolutamente humana. «Exacto, son caparazones que nos ponemos. Nos hemos documentado con especialistas, neurólogos, psicólogos, psiquiatras... y también conocimos a algunas personas que padecen la alexitimia, que en algunos momentos incluso puede confundirse con el autismo. Pero hemos tratado de plasmarlo de la manera mas realista posible». Por eso, había un riesgo de que el personaje, al comienzo, resulte antipático. «Sí, por esa razón le anclamos con algunos rasgos que impiden que lo que ves al comienzo te caiga mal. También tuvimos que aleccionarle para que no hiciera nada, ni el menor gesto. Ha hecho un trabajo tremendo», reconoce el realizador. En el fondo, hay un mensaje: el amor es lo único que permite superar la pérdida. «Eso es lo esencial: el amor de la familia y de tus amigos, y cuando es necesario, la ayuda externa. No es ningún estigma recurrir a ella. Te puede salvar la vida».