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Teatro
Crítica de 'Cenerentola': La Cenicienta libre y renovada ★★★★☆
Leonardo Sbaraglia, Victoria Luengo, Patrick Criado, Milena Smit y Quim Gutiérrez completan el reparto del 24.º largometraje del director manchego

Autoría y dirección: Luana Gramegna. Intérpretes: Gianluca Gabriele, Amalia Ruocco y Enrica Zampetti. Teatro Valle-Inclán (Sala Francisco Nieva), Madrid. 21 y 22 de junio.
Programada en 2023 en Titirijai, el estupendo festival de títeres que se celebra cada año en Tolosa, regresa a nuestro país, ahora a Madrid, esta maravillosa y premiadísima obra de la compañía italiana Zaches Teatro sobre el clásico La Cenicienta. Lástima que los títeres no gocen aquí del mismo predicamento que tienen otras disciplinas escénicas, y que un montaje así pase casi inadvertido dentro de la cartelera, porque joyas como esta sí podrían ser eficaces, más que cualquier obra de cualquier otro género, en ese propósito, tan esgrimido por creadores y gestores culturales, y tantas veces fallido, de ganar nuevos espectadores para el teatro. Más si tenemos en cuenta, en este caso concreto, el enfoque infantil o familiar que tiene la propuesta.
Con un exquisito trabajo de iluminación, de composición escénica, de movimiento y de creación de atmósferas sonoras y visuales, la compañía dirigida por Luana Gramegna aborda de manera poco común y muy contemporánea este cuento tradicional que ha llegado hasta nuestros días con más de 300 variantes en todo el mundo. Las respectivas versiones literarias de los hermanos Grimm y de Giambattista Basile, así como las primigenias narraciones orales que sirvieron de base a estas, son la principal fuente de inspiración de una obra cuya protagonista vive a medio camino entre la resignación y la ensoñación; entre el aciago estado en que su madrastra y sus hermanastras la tienen sumida y las posibilidades que le ofrece el ancho mundo si logra romper sus cadenas. Y ese camino hacia la libertad, esa voluntad de ser ni más ni menos que ella misma, será el motor de toda la acción en un espectáculo cargado de poesía plástica y sensorial, con algunas escenas preciosas, que mezcla el lenguaje de los títeres con el teatro de objetos, la danza y el teatro de sombras.
Un espectáculo, por cierto, nada tontorrón con los más pequeños, que deja al príncipe en un plano muy secundario y convierte a Cenicienta en protagonista de su propia vida y única dueña de su destino.
- Lo mejor: Es un montaje muy cuidado que cautivará a cualquier espectador con un mínimo de sensibilidad, más allá de la edad que tenga.
- Lo peor: Que una propuesta así esté programada solo dos días y pase prácticamente inadvertida para los gurús del postureo que manejan el cotarro teatral.
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