San Sebastián

Annette Bening: «Mi labor pública es actuar, no implicarme políticamente»

La actriz estadounidense Annette Bening
La actriz estadounidense Annette Beninglarazon

Annette Bening es de esas actrices por las que no importa que pasen los años en una industria tan exigente con la belleza femenina como la de Hollywood. No es frecuente verla en la gran pantalla, pero cuando lo hace, no es en una superproducción ni en un papel secundario. Quizá por ello regresa a San Sebastián como portadora orgullosa de un premio Donostia (que se le concedió en 2008) para presentar «La mirada del amor», de Arie Posin, en la que encarna a una mujer madura que reencuentra el amor en un hombre muy parecido a su fallecido esposo, y que se presentó ayer en el festival en la sección Perlas.

–El argumento de esta película recuerda a «Vértigo», de Hitchcock.

–Sin duda. El director procede de una escuela de cine y conoce su cine. En todo caso, es una perspectiva subjetiva. Yo lo veía desde mi punto de vista. Quizá saber algo del estilo de Hitchcock ayuda. ¿Qué significa eso? Compartir un mismo sentido de la realidad. La película, sin embargo, no tiene un lenguaje cinematográfico especial.

–No parece muy sano sustituir a un esposo muerto por un hombre igual a él.

–No creo que se trate de locura, sino de un tipo de irracionalidad. Ella lo encuentra y se siente fascinada por él. Piensa en él, lo sigue... Se trata de algo que la va cautivando, como una droga. Es mágico. El mundo se abre ante ella otra vez de nuevo.

–No es frecuente ver en el cine una historia de amor de gente que pasa los cincuenta.

–Efectivamente. Pero no es la primera vez que ella se enamora, un sentimiento que está mezclado con la pena. La película comienza con la muerte de su marido. No es alguien que se enamora en la juventud, es algo que me gusta de la película y que hace muy particular al personaje. Son dos caras de la misma moneda: en un momento todo es pena y dolor y, al siguiente, surge la magia del amor, de que todo es posible.

–Selecciona con mucho criterio los proyectos en los que participa.

–He tenido mucha suerte porque siempre me llaman con propuestas interesantes. Además, tampoco trabajo todo el tiempoo. Tengo cuatro hijos, dos de ellos de catorce y dieciséis años que todavía viven en casa. Creo que porque tengo esa vida, cuando trabajo, me sumerjo en mis papeles más que nunca.

–¿Tiene la sensación de que después de su cuarta nominación merece un Oscar?

–No. La relación con los premios y reconocimientos cambia con los años. La primera vez que estuve involucrada en los Oscar fue hace 23 años. Era un mundo diferente. Ahora hay muchas más expectativas. Pero el trabajo no cambia. El reconocimiento está bien, pero no es tan importante como el trabajo. Me alegro de que los medios no funcionaran así cuando era joven, con tanta información gracias a la tecnología. Debes mantenerte en los parámetros de la gente. Si no, ¿cómo puedes meterte en la piel de los personajes? Además, no empecé a hacer películas hasta los 30 años.

–Alguna vez se ha posicionado en causas de carácter social o político. Con el tiempo, ¿se involucra menos en este tipo de cuestiones?

–Creo que siempre he sido muy selectiva a la hora de implicarme en una causa, porque mi labor pública es actuar. En todo caso, puede ser muy positivo. Pero fuera de mi trabajo, también tengo mi familia, que siempre va primero. Eso no significa que no seamos una familia muy política, en el sentido de que hablamos mucho de ello en casa, tenemos largas discusiones sobre el tema. Pero no me posiciono políticamente porque no creo que sea mi lugar.

–En relación a la actual Administración de su país y su postura frente a Siria, ¿diría que se siente decepcionada con Obama?

–No me gusta hablar demasiado de esto. Creo que es una situación difícil. Existe la reminiscencia de muchas guerras, y otras muchas que están sucediendo por el mundo que son únicas a su manera. De todas maneras, creo que es muy duro para todos ver lo que está pasando en Siria y no sentirse afectado por ello.

–Hace unos años recibió el premio Donostia. ¿Cuál es su relación con esta ciudad?

–Es tan divertida... El amor por el cine y el conocimiento que existe sobre él es maravilloso. Hace días recordaba que cuando me iban a dar el premio, fuimos a cenar mientras proyectaban la película, pasándolo extraordinariamente bien. Tanto, que nos olvidamos de regresar. Cuando me di cuenta volví corriendo para llegar a recoger el premio. Fue un gran honor. Siempre me acordaré de mí bajando por las escaleras antes de recogerlo. Fue magnífico.

–¿Cómo maneja el hecho de ser una personalidad famosa?

–La mayoría de las veces es muy positivo. Supongo que no me reconocen tanto como para que sea agobiante, y si me reconocen, no me hacen sentir mal. No resulta muy intrusivo; puedes ignorarlo. Me siento feliz de llevar una vida normal. Hubo épocas en las que me hubiera gustado ser anónima, pero ya no lo siento así.