«Barry seal, el traficante»: Un actor que vuela alto
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Director: Doug Liman.
Guión: Gary Spinelli.
Intérpretes: Tom Cruise, Domhnall Gleeson, Jayma Mays, Sarah Wright.
EE. UU., 2017,
Duración: 114 min.
Thriller / Biopic
Si a Martin Scorsese se le ocurre ver la nueva película de Doug Liman («El caso Bourne», el petardo aquel de «Sr. y Sra. Smith» que solo sirvió para que dos estrellas chifladas se reconocieran como almas gemelas, «Caza a la espía...) puede que le entre la risa floja. Porque, en el fondo y aunque la filmografía del intérprete esté jalonada de billetes y éxitos, Cruise siempre quiso ser «Uno de los nuestros» de verdad, y en la historia auténtica de Barry Seal y la manera de enfocarla este director encontró la horma de su zapato. En efecto, y salvando todas las distancias obvias, el «biopic» sobre la vida, milagros e innúmeros vuelos ilegales del ex piloto reconvertido en contrabandista a muy alta escala y narcotraficante de lujo que acabó siendo reclutado por la CIA y el departamento de inteligencia de la DEA, un jaleo existencial importante, posee el ritmo frenético y está igualmente narrada en primera persona (aunque Liman sea bastante más atolondrado y el ritmo se le vaya de madre varias veces) que la absoluta obra maestra concebida por Scorsese. Como si el propio Liman se hubiese puesto hasta arriba de coca antes de rodarla, para entendernos. Y, lo mismo que pensaba el mafioso Henry Hill (encarnado magistralmente por Ray Liotta), el núcleo familiar resulta también clave para Seal, quien está casado con una atractiva rubia muy canija, ajena a los tejemanejes de su marido hasta que finalmente conoce la procedencia de los dólares que atestan cientos de maletas (lo que, añadimos, le importará un rábano porque menudo casoplón compró Seal, qué coches, qué caballos, cuántas joyas y lujos de nuevos ricos). Padre además de dos hijos pequeños, Seal apenas tiene tiempo para nada que no sea transportar armas o drogas de una parte del mundo a la otra mientras sus cuentas bancarias alcanzan cifras realmente escandalosas y los directores de las sucursales deciden «regalarles» las cámaras acorazadas. Cruise, grande en los momentos cómicos, serio cuando toca, muy cómodo y seguro durante durante toda la película, realiza uno de los mejores papeles de su carrera por mucho que la afirmación cabree a los archienemigos de la luminaria. Lástima que el chico siga erre que erre con la secta esa marciana y tenga un rostro privado que oculta, dicen, sombras demasiado alargadas. Y todo en un filme ciertamente trepidante, divertido (hay escenas que poseen un gran sentido del humor, como la detención de Seal, en la que no falta ningún cuerpo de seguridad, a quienes en la cinta también se les pega un buen repaso, como a los propios políticos, o la irrupción de la policía en casa de los delincuentes colombianos), aunque lo peor llegue en el desenlace. Porque a Seal, que se quemó entre esa exagerada aventura y los tejemanejes de unos y otros, ni los propios «buenos» lo querían ya.
Lo mejor
Cruise, divertidísimo a ratos y serio cuando toca, realiza uno de sus mejores papeles hasta hoy
Lo peor
Habrá quien pueda pensar que este estrafalario personaje sale demasiado bien parado