"Conociendo a Astrid": Pippi y la libertad
Dirección: Pernille Fischer Christensen. Guión: Kim Pfuz Aekerson. Intérpretes: Alba August, Trine Dyrholm, Henrik Rafaelsen. Suecia-Dinamarca, 2018. Duración: 123 minutos. «Biopic».
Uno de los más felices hallazgos de «Conociendo a Astrid» es que nunca menciona a Pippi Calzaslargas, y aun así, los que la conozcan por los libros de Lindgren o por la entrañable serie que se emitió en aquella televisión española de dos canales gratuitos ya sin franquismo, la reconocerán en esa chica de dieciséis años que arranca a bailar charlestón en medio de la pista, a solas, indiferente a la perplejidad luterana que la mira como si viera el sol a medianoche. Pippi celebraba su libertad con la naturalidad de quien ha sido oprimida en otra vida. Sin ir más lejos, en la vida de quien la inventó, que tuvo que pasarlas canutas para sobrevivir al amor de un hombre en pleno proceso de divorcio, a quedarse embarazada sin estar casada a finales de los años veinte, a subsistir en la precariedad entre dos países, entre ser madre soltera y ser aceptada por la comunidad. Es una historia trágica, que se enmarca en los hábitos del «biopic» que reivindica el triunfo de la voluntad de la artista en ciernes, y la película no siempre sabe huir de lo convencional, contradiciendo, como ocurre con frecuencia, el carisma heterodoxo de su biografiada. Sin embargo, hay valor en una mirada que nunca juzga a su protagonista por tomar decisiones que hoy seguirían arrugando el morro de los bien pensantes, en las dudas que atraviesan su relación con la maternidad, y en las interpretaciones, de una preciosa vivacidad, de Alba August y Trine Dyrholm, ángel de la guarda danés de la futura escritora. Nos sobran el exceso de música, las cartas infantiles que convierten el relato en un «flashback» interrumpido, todo aquello que hace almibarada la historia de una feminista de pro que nunca habla de feminismo, y que se convierte en narradora bromeando sobre Sodoma y Gomorra.