Estreno

Crítica de "Emily": locura de amor ★★★★☆

Dirección y guion: Frances O’Connor. Intérpretes: Emma Mackey, Oliver Jackson-Cohen, Fionn Whitehead, Alexandra Dowling. Reino Unido, 2022. Duración: 130 minutos. Drama.

Un fotograma de "Emily"
Un fotograma de "Emily"Imdb

“Mi existencia se resumiría en dos frases: condenación y muerte”. En esa frase de “Cumbres borrascosas” Emily Brönte condensaba el ideario romántico, que esta biografía apócrifa, tan afín a las reescrituras de la Historia que el cine contemporáneo está llevando a cabo en su deseo de reformular el concepto de nostalgia, respeta a rajatabla. Esa reverencia iconográfica -a la emoción meteorológica, al amor entre tumbas, a la literatura entendida como sublimación de las pasiones tormentosas- está muy presente en la notable ópera prima de la actriz Frances O´Connor, aunque, narrativamente, “Emily” especule con una vida paralela para su heroína. ¿Qué hubiera ocurrido si, en lugar de Anne, su hermana pequeña, hubiera sido ella la que se enamorara del párroco William Weightman, ayudante de su padre? ¿Habría sido “Cumbres borrascosas” la consecuencia de ese amor frustrado por el qué dirán, la traición y el maldito azar epidémico?

En esa práctica del “y si…”, la película cambia varios hechos de la biografía de la malograda escritora, víctima de la tuberculosis cuando solo tenía treinta años, imaginándola como alma mater de su propia novela romántica. Al contrario, por ejemplo, que en “La emperatriz rebelde”, donde ciertos anacronismos formales desplazan a Sissi a la contemporaneidad, O’Connor prefiere que la elegancia torrencial de la puesta en escena sea suficiente para retratar a Emily como una mujer fuera de su época, con su alergia a los protocolos sociales de la Inglaterra rural del XIX y su agreste independencia de criterio como signos de un protofeminismo ahogado por el temor al rechazo y el ostracismo.

Perdiendo el aliento en la tensión sexual entre Emily y William, la película logra, no obstante, sus mejores momentos cuando relata su relación con sus hermanos, conflictiva en el caso de Charlotte, cómplice y luego trágica con Branwell, que la inicia en el consumo de opio y compite con ella en aspiraciones literarias (¡qué hermosa es su despedida oculta entre las sábanas tendidas!). Como ocurría en las inspiradas adaptaciones de “Orgullo y prejuicio”, de Joe Wright, y de “Jane Eyre”, de Cary Fukunaga, por poner dos ejemplos afines de películas que desafían su condición de clásicos literarios con un músculo visual plenamente contemporáneo, “Emily” parece liberarse de la rigidez canónica del ‘heritage drama’ en la energía de sus formas, que sacan partido de la excelente, magnética interpretación de Emma Mackay, cuya ruda impertinencia, combinada con una progresiva fuga hacia la locura de amor grabada en su mirada enorme, casi de ‘anime’, sostiene la película con sorprendente autoridad.

Lo mejor:

Emma Mackay y la propuesta de convertir a Emily Brönte en la heroína de su propia novela romántica.

Lo peor:

El tramo final es en exceso precipitado.