Crítica de 'Hamburgo': Mujeres esclavas ★★★

Clubes sórdidos iluminados, permanentemente, con bombillas color rojo sangre mientras las prostitutas sonríen y descruzan las piernas para que los hombres vislumbren el material. Tratadas como esclavas sexuales, hay de distintos países y todas parecen también cansadas mientras comen un plato de guiso que, muy probablemente, se quedó ya helado. Germán (Jaime Lorente) es conductor, el encargado de trasladar a las mujeres que trabajan en lugares de alterne esparcidos por la Costa del Sol. Sin pasaportes.

Germán no tiene un euro, montó un bar que ha quebrado, y su madre le reclama dinero, y le reclama que tenga una vida lejos de las drogas y el alcohol, que él promete dejó hace un año. Trabaja para Cacho (Roger Casamajor), un amigo que administra varios locales para la mafia local, hasta que Germán, una noche, se encuentra con la oportunidad de dejar todo eso atrás tras robar la recaudación del club. Pero a este tipo la suerte siempre suele hacerle un corte de mangas, y todo termina muy mal.

Mientras, la rumana Alina sigue obsesionada con la misma idea: escapar. Sórdido, violento, asfixiante, un thriller realista y oscuro que huele como el sudor, tras un día de duro «trabajo», de esas jóvenes abandonadas a su suerte. No, esto no es Hamburgo, pero podría. Porque la tragedia de la trata se extiende más allá de cualquier frontera. Y los nuevos negreros lo saben, perdidos en las rentables cloacas de la cosificación humana.

Lo mejor: Su reparto, liderado por unos muy notables y sólidos Lorente y Casamajor

Lo peor: Quizá echamos en falta una mayor profundización en el durísimo tema que trata