Crítica de "Horror Park": un bodrio de barraca de feria ★

El primer pecado que comete la infame “Horror Park” es desaprovechar el escenario de un parque de atracciones, vacío y de noche, como espacio terrorífico. No era necesario llegar a las cotas de sordidez de “Trampa para turistas” o “La casa de los horrores”: en películas más profilácticas, como “Destino final 3”, una montaña rusa podía convertirse en una modélica batidora de cuerpos y tornillos en el que cada curva provocaba una muerte a cuál más creativa.

El segundo es que transcurra en la víspera de Halloween, se supone que para justificar la máscara del asesino que persigue a cinco chavales para cortarles el cuello, sin que ello tenga más sustancia dramática o cosmética. El tercero es que sabemos quién es el villano a los veinte minutos. El cuarto es que los asesinatos están filmados con tanta desidia como la que arrastra el psicópata en cuestión.

El quinto es que el motivo que pone en marcha la acción -la muerte accidental de una chica, que provocará, un año después, la consabida venganza contra los que la propiciaron-se revela de forma torpe y confusa, y, siendo un tropo narrativo del ‘slasher’ teen, no tiene ningún interés en innovar: carece de la mala leche de “El tren del terror” y de la originalidad expositiva de “Eliminado”, por poner dos ejemplos afines. El sexto es que, a pesar de su condición de ‘exploit’ sin carisma, amenaza con una secuela. Sumen factores y despejarán la incógnita: “Horror Park” es un auténtico bodrio.

Que nos haga añorar a sus ancestros, películas más sucias y, esta vez sí, terroríficas, como “La casa de los horrores”.

Que parezca que los suecos tengan ganas de una secuela, a tenor de su final abierto.