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Crítica de cine

Crítica de 'El jockey': Y pasó un ángel ★★★ 1/2

Dirección: Luis Ortega. Guión: Luis Ortega, Rodolfo Palacios y Fabián Casas. Intérpretes: Nahuel Pérez Biscayert, Úrsula Corberó. Argentina-México-España-Dinamarca-USA, 2024. Duración: 96 minutos. Thriller surreal.

Crítica de 'El jockey': Y pasó un ángel ★★★ 1/2
Crítica de 'El jockey': Y pasó un ángel ★★★ 1/2X

Es posible que el hombre que se pesa en todas las farmacias no sea un hombre, o no solamente un hombre. Y también es posible que el thriller excéntrico que protagoniza tampoco sea un thriller, a pesar de sus hechuras de cine negro entre antiguo y abstracto, con sus carreras de caballos y sus apuestas y sus deudas a muerte y su gángster un poco de pacotilla, también un poco siniestro.

La película «El jockey» empieza de una forma relativamente convencional, aunque el tono es, de forma deliberada, distante e irónico. La misma presencia del intérprete Nahuel Pérez Biscayert como un jockey politoxicómano, con una cara como de pan de molde, como sorprendido de ser quién es o de estar en la película en la que está, marca el registro marciano de lo que vamos a ver a continuación, aunque el director argentino Luis Ortega, al que recordaremos por un largometraje mucho más tradicional titulado «El ángel», no nos prepara para que el estudio de personaje acorralado por las exigencias de su jefe y el embarazo de su novia, cambie radicalmente de rumbo después de un accidente.

Es entonces cuando la película emprende una especie de desconcertante devenir «trans», en el que no sabemos si el cineasta Luis Ortega quiere reflexionar sobre la idea de reencarnación, sobre la multitud de identidades que escondemos en nuestro interior o sobre la identidad fluida de los géneros en este mundo abierto a lo posible.

Lo cierto es que, con la amnesia y la transformación de Reme Manfredini, que así se llama el jockey en cuestión, la película se presta a la metamorfosis, que nunca sabemos si es o no una mutación caprichosa, si obedece a un juguetón anhelo por epatar o si lo que quiere es articular un discurso sobre la fragilidad del yo en los tiempos en los que vivimos.

Cualquiera de las opciones, desde luego, es bienvenida, ya que no es habitual encontrarse actualmente con una película que sea tan porosa, tan afín al cambio y a la conversación con lo bizarro como es el caso de «El jockey».

Lo mejor: Nunca parece dispuesta a sucumbir al cliché, obcecada en fluir y sorprender al espectador.

Lo peor: A veces la sombra de lo caprichoso y lo gratuito ensombrece sus logros.