Festival San Sebastián

El documental de Évole: Los 50 kilos de dinamita robados del asesinato de Carrero Blanco por Josu Ternera

José Antonio Urruticoechea reconoce su participación en el documental “No me llames Ternera” que será emitido en el Festival de Cine de San Sebastián

Jordi Évole conduce la entrevista a Josu Ternera que podrá verse en el documental "No me llame Ternera"
Jordi Évole conduce la entrevista a Josu Ternera que podrá verse en el documental "No me llame Ternera"Archivo

José Antonio Urruticoechea asume, en el documental “No me llames Ternera”, que será emitido este viernes en el Festival de Cine de San Sebastián, reconoce su participación, en enero de 1973, de 3.000 kilos de dinamita de un polvorín de Hernani (Guipúzcoa), 50 de los cuales fueron utilizados para el asesinato del entonces presidente del Gobierno, almirante Luis Carrero, su escolta y su chófer, el 20 de diciembre de aquel año en la calle Claudio Coello de Madrid.

El explosivo fue trasladado por un coche hasta la estación de ferrocarril de Burgos, donde lo recogió otro automóvil que se lo entregó a los integrantes del “comando Txikia”, que fueron los que perpetraron el triple asesinato.

De implicación en este atentado da idea de que las huellas de “Ternera” fueron encontradas en un piso de Getafe en el que se reunió la dirección de ETA, de la que formaba parte, días antes de consumarse la acción criminal.

En definitiva, el que fuera cabecilla de la banda terrorista reconoce delitos por los que no puede ser juzgado, al haber sido amnistiados por la ley de 1977, pero no hace referencia a los que pudo cometer con posterioridad. En la película se presenta como uno de los grandes muñidores del proceso de paz y artífice de que ETA dejara de matar, cuando la verdad es que fueron las Fuerzas de Seguridad las que restaron toda operatividad a la banda criminal.

Por ello, a Urruticoechea no le duelen prendas asumir su participación en el asesinato del que fuera alcalde de Galdácano Victor Legorburu, el 9 de febrero de 1976. ETA había dado un ultimátum para que dimitieran todos los regidores que habían sido elegidos durante el anterior régimen y el día que vencía esa amenaza fue cuando se perpetró el crimen.

Dos años antes sufrió un ataque de la banda terrorista contra el negocio de tipografía que tenía con su hermano. El 22 de enero de 1974, varios encapuchados penetraron en su imprenta, a la que prendieron fuego después de amenazar con una metralleta al propio Víctor y a su hermano Julián.

El día del atentado, Legorburu salió de su domicilio sobre las ocho de la mañana y se dirigió al garaje, a varias manzanas de su casa, para recoger su coche y acudir a su trabajo en la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao.

Cuatro individuos, que estaban apostados a ambos lados de la calle, dispararon varias ráfagas de metralleta contra el alcalde, que fue alcanzado por doce proyectiles que le causaron la muerte. En el atentado resultaron también heridos los policías municipales que le acompañaban como escoltas.

Legorburu, carlista, de 63 años, había nacido en Galdácano, estaba casado y tenía dos hijos de 20 y 22 años que estudiaban en Madrid.

Los dos hermanos fueron al aeropuerto y tomaron un vuelo que no pudo aterrizar en Bilbao a causa de la espesa niebla, lo que hizo que el aparato se viera obligado a regresar a la capital de España. Al llegar, en el diario vespertino Informaciones leyeron la noticia de que su padre había sido asesinado. Su madre, que fue la que les informó del atentado, no les quiso dar la noticia de que ya había muerto, sino que estaba herido.

Durante el funeral por Víctor Legorburu, el subsecretario de Gobernación impuso sobre el féretro la Cruz de Caballero de Honor de la Orden de Isabel la Católica.

Tras los funerales, una gran manifestación recorrió las calles de Galdácano con gritos de “Ni amnistía, ni perdón, ETA al paredón” y “Menos apertura, más seguridad”.

La ley de Amnistía, promulgada el 14 de octubre de 1977, benefició a un total de 1.232 miembros de la Eta, entre ellos a “Ternera”, 676 de los cuales volvieron a las actividades terroristas en cuanto tuvieron ocasión. Los que estaban en prisión, salieron a la calle y los que se hallaban huidos de la justicia, quedaron exonerados de culpa.