«Eisenstein en Guanajuato»: Ranchera de autor
Dirección y guión: Peter Greenaway. Intérpretes: Elmer Bäck, Luis Alberti, Maya Zapata, Lisa Owen. Holanda-Finlandia-México-Bélgica-Francia, 2015. Duración: 106 min. «Biopic».
Peter Greenaway, que lleva décadas pregonando la muerte del cine, sigue haciendo películas que aún dejan circular la sangre por sus imágenes. Que «Eisenstein en Guanajuato» sea la más estimulante en años puede tener que ver con su objeto de estudio, uno de sus cineastas preferidos junto a Welles y Godard, o simplemente con que el viaje a México del cineasta soviético –que se saldó con 60.000 metros de celuloide que su benefactor, Upton Sinclair, se negó a seguir financiando– le brinda la oportunidad de reformular el biopic según los parámetros digitales –la narración por capas o en mosaico que convertían en ininteligible su trilogía de «Las maletas de Tulse Luper»– que lleva poniendo en práctica desde «The Pillow Book», acentuando un sentido del humor que parecía haber finiquitado en favor de empresas más pretenciosas (su pesadísima «Ronda de noche»). Menos barroca que de costumbre, «Eisenstein en Guanajuato» prefiere ser lúdica antes que didáctica. En sus manos, el director de «El acorazado Potemkin» es un «clown» curioso a la par que ingenuo, un marciano que pisa por primera vez una tierra colorista y vivarachera, donde el sexo y sus placeres asesinan las precauciones comunistas del inventor de formas que alucinaba con Walt Disney. Quizás no sea descabellado que Greenaway se calce los zapatos de Ken Russell y se libre a todo tipo de excesos, el más llamativo una escena de sodomización que acaba con Eisenstein penetrado por la bandera rusa.