Crítica de libros

El brillo de cada palabra

La Razón
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No necesitaba pisar fuerte para que supiéramos que estaba. Cuando aparecía, lo notabas. Ya fuera en escena o comiendo o en una conversación. Y eso sólo lo consiguen los grandes. Pero a Pepe Sancho le define otra cosa: iba con la verdad por delante, y sólo con la verdad. Siempre hizo lo que le vino en gana, y era consecuente con lo que hacía y decía. No sabía vivir a medias y todo lo que salía de su boca era magistral. Su enorme talento conguía hacer fácil lo difícil, darle peso a la palabra, hacerla brillar. Cada frase de su texto, aunque la hubiésemos ensayado 15 veces antes, parecía que era la primera vez que la decía. No entendía lo que es la cobardía, se atrevía en la interpretación con cualquier cosa, como siempre hizo en su vida. Se mostraba en sus personajes a partir de esa voz, esa materia prima espectacular. Pero se ha ido haciendo lo que le daba la gana y es lo envidiable. No puedo hablar sobre él sin una sonrisa, incluso hoy.