«Francofonía»: Europa a la deriva

Es significativo que, en la Rusia de Putin, que el propio Sokurov se ha aventurado a criticar en una carta abierta al presidente que nunca obtuvo respuesta, «Francofonía» es un barco a punto de naufragar, una cultura en crisis, una civilización que no deja de preguntarse si el Arte puede continuar siendo nuestro salvavidas. Que Sokurov utilice como metáfora un barco lleno de obras de arte azotado por una tormenta que hace peligrar su carga lo alinea, involuntariamente, con otros maestros europeos –Fellini en «Y la nave va», Oliveira en «Una película hablada», Godard en «Film Socialisme»– que han hecho lo mismo para preguntarse sobre la deriva de nuestro continente. El carguero navega a duras penas por el océano, del mismo modo que nosotros navegamos a través de la memoria del Louvre. Al contrario de lo que ocurría en «El arca rusa», a la que podríamos considerar su contraplano, no es la cámara la que unifica el material heterogéneo que conforma el devenir de la Historia sino la voz meditativa del propio Sokurov. La libertad con que el cineasta ruso construye este hermoso «filme-ensayo»–celebrando los anacronismos de hacer que Napoleón y Marianne, la marca registrada de la República francesa, sean nuestros guías turísticos, mezclando imágenes de archivo y conversaciones por Skype, y atendiendo, vía reconstrucción dramática, a los peligros que amenazaron al Louvre en plena ocupación nazi–, auténtico «collage» poético iluminado por el espíritu de Chris Marker, le confiere un tono lúdico y sentencioso, emotivo y reflexivo. Y a pesar de que el futuro está negro, da la impresión que Sokurov percibe un rayo de esperanza.