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La invasión de los no lugares o el urbanismo más extremo

Coinciden dos soberbias cintas sobre el tema

«Stray Dog», una de las cintas más exigentes proyectadas en el festival
«Stray Dog», una de las cintas más exigentes proyectadas en el festivallarazon

Espacios que no lo son. Que se definen por su transitoriedad: pasamos a través de ellos sin darnos cuenta de lo que ocupan. Son los no-lugares de la sobremodernidad de Marc Augé, los fonemas del nuevo urbanismo. Es fácil imaginarse la reacción de entusiasmo del antropólogo francés cuando vea dos estupendas películas, que ayer concursaban en la Mostra, que parecen concebidas para ilustrar sus teorías. En el documental italiano «Sacro Gra», Gianfranco Rosi escoge los 64 kilómetros de la autopista que circunda Roma para, a partir de una selección de su bizarra geografía humana, darle una identidad a esa sublimación del no-lugar. Justo lo contrario que hace Tsai Ming-Liang en «Stray Dogs»: hacer de la ruina el símbolo perfecto de la aniquilación del yo.

Rosi se ha pasado un año en una furgoneta para no perderse ni un gramo de vida en este modélico ejemplo de cine directo, descriptivo y no intervencionista. Ha valido la pena: un botánico que cuida con devoción a sus palmeras, un padre y una hija que hablan de lo divino y humano, un príncipe hortera y desfasado que vive en un castillo imposible, un cordial enfermero de urgencias nocturnas... Sus gestos y sus voces tejen un tapiz que fija el flujo del no-lugar en el que existen, le dan un cuerpo que rezuma humanidad en esa modernidad líquida que de inmediato deja de ser efímera. Los infinitos planos fijos de Tsai Ming-Liang, marca de la casa, también pretenden congelar el tiempo en una sociedad que da la espalda a los desfavorecidos, que los transforma en espacios desolados en sí mismos, pero su lectura es bastante más siniestra.

En «Stray Dogs», sin duda la película más exigente proyectada a concurso, un hombre-anuncio y sus dos hijos sobreviven en un edificio en ruinas. La aparición de una empleada de supermercado completa este polígono de la devastación, que termina con lo que deben de ser dos de los planos más tristes y desoladores del cine contemporáneo. El cineasta taiwanés ha anunciado que éste será su último filme, que está cansado de la Dictadura de la industria. No podría despedirse con imágenes más elocuentes.