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Los Goya más feministas sólo nominan a 30 mujeres, el 27% del total

Emily Mortimer, nominada a mejor actriz protagonista, en una escena de «La librería», de Isabel Coixet
Emily Mortimer, nominada a mejor actriz protagonista, en una escena de «La librería», de Isabel Coixetlarazon

Un colectivo de mujeres cineastas repartirá 1.800 abanicos rojos contra la desigualdad en el cine en una gala dirigida y presentada por hombres, con un 73% de candidatos masculinos, en la que «Verano 1993» y «La librería», de dos directoras, suenan para el galardón a mejor película y dirección.

Será «La noche de los abanicos rojos», un título (el «copyright» es de la directora Inés París) que podría casar con un thriller político-histórico, con una cinta de terror de género o hasta con una «wuxia» esteticita tipo Zhang Yimou. Pero, en realidad, este sugerente lema esconde una reivindicación feminista a una escala nunca antes vista en el cine español. Y, como en tantas otras cosas, Hollywood le ha marcado el paso a nuestra industria. «No tenemos la visibilidad de nuestras compañeras americanas, pero nos han situado en la agenda», reconocía ayer Virginia Yagüe, presidenta de la Asociación de Mujeres Cineasta y de Medios Audiovisuales (CIMA). Los Globos de Oro del #MeToo y el #TimesUp, con toda su repercusión mundial, han permitido a las mujeres del cine español organizar con garantías unos Goya reivindicativos que, casi con total seguridad, tendrán gran predicamento entre los asistentes (mujeres, pero también hombres) a la gala.

Cifras de «bochorno»

Por lo pronto, CIMA ya ha movilizado un stock de 1.800 abanicos de color rojo («de bochorno», aducen) con el haghstag #+mujeres impreso para distribuir entre los invitados en cuanto aparezcan por el hotel Marriott, donde tendrá lugar esta noche la 32 edición de los Premios Goya. Al igual que en los Globos apenas hubo mujeres que se saltaron la consigna de vestir de negro y fueron mayoritarios los hombres que se prendieron al ojal el lema TimesUp, el reto hoy será encontrar alguien que no luzca su abanico. De lo contrario, ¿no quedaría señalado en la fiesta grande de las mujeres?

Aunque la iniciativa no ha partido de la Academia de Cine (a diferencia de los Feroz que decidieron hacer un guiño a las revindicaciones de género incluyendo solo a mujeres para entregar los galardones), la institución ha declarado esta edición como la de las mujeres. Pero la realidad de la propia gala arroja cifras poco paritarias: serán dos hombres (los cómicos Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes) los presentadores de un evento cuya dirección recae en Manel Iglesias, producida por Yousaf Boukhari y realizada por Luis Campoy. Ningún nombre femenino en el staff. Tampoco entre los guionistas. Pero para CIMA lo más sangrante está en la lista de nominados: habrá solo un 27% de mujeres frente al 73% de hombres y ocho categorías en las que no hay una sola que opte al Goya: Dirección de Fotografía, Música Original, Dirección Artística, Sonido, Efectos especiales, Película de Animación, Cortometraje de Ficción y Cortometraje de Animación. Sin embargo, el ratio total de nominadas ha ascendido respecto a 2017: este año habrá 30 por 83 hombres, cuando en la última gala hubo 17 por 103. Está claro que el efecto #MeToo ha pesado en la elección de los académicos, pero la cifra sigue estando lejos de la paridad a la que aspiran las cineastas y reflejan un agravio comparativo incluso en un entorno, señalan, «teóricamente progresista» como lo es esta industria.

Estas reivindicaciones se dejarán sentir a buen seguro en el discurso de los vicepresidentes de la Academia de Cine (Mariano Barroso y Nora Navas), que suplirán a la presidenta, Yvonne Blake, convaleciente de un ictus sufrido hace exactamente un mes. Para ella habrá palabras de ánimo y afecto. En cuanto a Marisa Paredes, Goya de Honor, es previsible que se sume a las protestas como ya hizo el año pasado, en un contexto diferente, Ana Belén.

Sería raro que la lista final de ganadores arrojara cifras más o menos paritarias, pero la batalla de los focos, esa sí, la tiene ganada la causa feminista de cara a mañana. Y puede que hasta varios de los «cabezones» más importante se conjuguen en femenino: ahí está Carla Simón y su «Verano 1993», la sensación «indie» del año, firme aspirante al premio a mejor película; ahí está también Isabel Coixet, que podría llevarse el galardón a mejor dirección o mejor película con «La librería». Ambas encabezan las predicciones de las casas de apuestas. «Handia», la fábula del gigante vasco de Jon Garaño y Aitor Arregi (con 13 nominaciones), «El autor», de Martín Cuenca (9), y «Verónica», de Paco Plaza (7), han ido desinflándose en sus expectativas. Esta última, de ganar el galardón a mejor película, daría la campanada al ser la primera cinta de terror o fantástica que lo logra, un tabú que «La forma del agua», de Guillermo del Toro, aspira a romper en los Oscar. La muy vistosa «Handia», por su parte, podría acaparar numerosos premios técnicos y «El autor» tiene a Javier Gutiérrez, su protagonista, como máximo valedor. Sea como fuese, hoy más que nunca una cinta en un idioma cooficial (catalán para «Verano 1993» y vasco en el caso de «Handia») tiene las de ganar. Y si no, «La librería» le daría el «cabezón» al inglés. Son los Goya políglotas. Y así ha sido hasta que llegaron ellas: las mujeres.

«Heroínas» tras la cámara

Casi de nada más se hablará esta noche. No solo con abanicos, sino también discursos reivindicativos, proclamas a pie de alfombra o con el Goya en la mano: eso es lo que se prevé. Y desde CIMA se felicitan de que, once años después de su creación, el ruido mediático haya llegado a su vera porque, explica Virginia Yagüe, «a pesar de la Ley de Igualdad de 2007, la evolución no ha sido la esperada en el cine. El ‘‘boom’’ del cine femenino es falso». Solo existe un 7% de directoras, la misma cifra que en el año 2.000. A ellas, aseguran, les cuesta más lograr financiación y sacar adelante una segunda película si antes se ha logrado hacer la primera, lo cual es «heroico» (dice Patricia Ferreira, directora de «Thi Mai») o directamente «un milagro», según la guionista Daniela Fejerman. «El capital desconfía de una mujer al mando», asegura Leticia Dolera, una de las cabezas visible del movimiento feminista en el cine. Para CIMA, los abanicos son fundamentales, pero la lucha del día a día más aun: «Esto no es una moda, es una cuestión central», señala Yagüe. «Además de lanzar bonitos mensajes, hay que hacer cosas que cambien la realidad», apostilla París. El nuevo sistema de puntuación de ayudas al cine presentado por el Gobierno es un paso en esa dirección dentro del sector público. Pero el «machismo», dicen, ha prendido a todos los niveles y también en un «universo muy masculinizado como es el cine». Faltan historias de mujeres. «Le estamos hurtando a la sociedad la mitad del mundo», señala Yagüe. «Esto va muy lento y necesitamos cómplices porque no es un problema de las mujeres sino de la sociedad», exclama Chus Gutiérrez. Esos cómplices son, hoy, los hombres, que probablemente se sumen a lucir el complemento más genuinamente español: el abanico.