Estreno teatral

Luis Varela: «A la fuerza, mi hijo ha hecho que me guste el tecno»

Junto a Iñaki Miramón y Juan Gea, estrena hoy «Héroes» en el Reina Victoria. Las batallitas de tres ex combatientes de la Gran Guerra contadas entre carcajadas.

Luis Varela
Luis Varelalarazon

Junto a Iñaki Miramón y Juan Gea, estrena hoy «Héroes» en el Reina Victoria. Las batallitas de tres ex combatientes de la Gran Guerra contadas entre carcajadas.

Gérald Sibleyras se inventó «Le vent des peupliers» en 2003 y Jean-Luc Tardieu lo subió al escenario ese mismo año. En 2005, Tom Stoppard –checo, pero muy «british»– decidió llevárselo a Londres y renombrarlo «Heroes», formato en el que ganaría el Lawrence Olivier a la Mejor Comedia. Ahora Tamzin Townsend –de Liverpool, pero muy española– lo trae a Madrid para subir al Teatro Reina Victoria –de hoy a noviembre– un mix de humor entre la Francia del original y el Reino Unido de Stoppard. Pero con los de aquí: Juan Gea, Iñaki Miramón y Luis Varela, protagonistas de «Héroes». Tres abueletes a los que la monotonía del asilo les obliga a distorsionar la realidad y soñar para no desesperar.

–¿Qué les ha hecho Madeleine?

–La verdad es que no hacemos más que hablar de ella. Es una monja que a mí me cae muy bien y la defiendo, pero a mis compañeros no tanto. Cosas de viejos...

–Manías de mayores...

–Muchas, tenemos detalles muy marcados que nos ha puesto Tamzin (la directora). El que se te vayan nombres o cosas que vamos a hacer. Cosas que tenemos las personas mayores.

–No hable en primera persona, que se le ve fenomenal.

–Pues yo voy a la cocina a ponerme una cerveza y se me olvida.

–Eso también pasa con casi 30.

–Será que tenemos muchas cosas al mismo tiempo en la cabeza.

–¿Quiénes son esos tres viejetes?

–Tres ex combatientes de la Primera Guerra Mundial. Que, pese a luchar en el mismo bando, ni siquiera se conocieron entonces. Terminada la guerra, cada uno continuó con su vida y, al final, fueron a parar al mismo asilo militar. Allí es donde se reúnen en la terracita que han cogido porque les da más el sol y se ve mejor el cementerio (risas). Tres personajes entrañables que son un amor, nadie sabe con cuál quedarse. Muy distintos, cada uno con sus cosas.

–Cada uno con su tara...

–Sí. Uno tiene un trozo de metralla en la cabeza, que le hace desmayarse cada equis tiempo.

–En el momento clave, seguro.

–Pues sí (risas). Luego está el personaje de Juan, que es agorafóbico y con los únicos que se acopla es con sus dos amiguetes. Y, por último, el mío, que es cojo.

–¿Se sabe el motivo?

–Suponemos que es de la Guerra, pero no se sabe. Porque él habla de cuando iba detrás de las mujeres y los otros le pican con que eso era antes, «cuando no era cojo».

–Aun así, su objetivo es fugarse.

–Cada día se inventan algo. Lo más importante que se les ocurre es irse a Indochina. Pero terminan cambiándolo por algo menos ambicioso como un picnic.

–¿Saben que no van a ningún lado?

–Sí. Mi personaje llega a decir que «no tenía pensado ir a ningún lado, que sólo quería olvidar el aburrimiento». Pero se lo creen.

–Sus vidas no son otra cosa que matar el aburrimiento día tras día. ¿Cómo lo consiguen?

–Contándose batallitas de la guerra, incluso inventándoselas. Pero llega un momento en el que se repiten tanto las cosas que hasta llegan a creérselas.

–Cumplen aquello de «mentira dicha mil veces...».

–Sí, completamente. El problema es que cuando la gente sale del teatro se da cuenta de que se estaba riendo de sí mismo. Porque «Héroes» está centrado en tres militares, pero podrían ser tres médicos, tres albañiles, tres funcionarios... Tres personas.

–Vamos, que su heroicidad viene del día a día.

–Sí, de vivir.

–Nada que ver con lo de la guerra.

–Exactamente. Es por lo que han hecho durante años. Ahora no les queda otra que acoplarse a lo que va a venir.

–¿Y Luis Varela cómo mata el tiempo?

–Haciendo teatro, televisión y cine; o yéndome al Retiro a pasear cuando no tengo nada que hacer.

–¿No tiene escapadas mentales como las de Henri?

–Sí y no, como todo en la vida. No es nada que me preocupe más allá de mis amigos o tomar un vinillo. Una vida cotidiana. La música me distrae mucho.

–¿Cuál?

–La clásica, sin duda. Estudié la carrera de piano. Soy un adicto. Y, a la fuerza, mi hijo, que es un DJ conocido, ha hecho que me guste el tecno.

–Cosas de hijos... Al lado del teatro tiene una tienda de instrumentos, ya cerrada.

–Sí.

–¿Los sueños crecen o se van apagando?

–Los de los personajes son muy limitados, saben que ya están en lista de espera. Lo aceptan con mucho humor. Hay gente que se pregunta si esto es triste, y es todo lo contrario. Te mueres de risa. Muchos momentos tenemos que cortar porque la gente no nos deja seguir. Pero el trasfondo es agridulce, como la vida.

–Es el fin de sus días, no hacen otra cosa que esperar a la muerte...

–Te puedes imaginar. Otra frase que aparece es: «Qué vamos a hacer, si aquí lo que nos sobra es tiempo, pues podemos pensar lo que queramos».

–Su personaje está especialmente obsesionado con el tema.

–En general, todos. Aunque cambien de conversación, siempre vuelven. Realmente no quieren enfrentarse a su realidad humana. A mí me pasa. Me dicen: «Oye, Luis, tenemos un proyecto para dentro de un año» y contesto que «si llego lo hago».

–Tampoco es eso...

–¡Qué vas a decir! Cuando tienes 73 años, como yo, piensas en el final.

–No seamos pesimistas.

–No es un problema de eso. Es real. He perdido a tanta gente cuando menos te imaginabas... Tristemente, hay que tenerlo siempre presente.

–Sin obsesionarse.

–No, no lo hago, al contrario. Pero sin olvidarme tampoco...