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«Mascotas»: Party animals

Director: Chris Renaud y Yarrow Cheney. Guión: Ken Daurio y Cinco Paul. Música: Alexandre Desplat. Estados Unidos, 2016. Duración: 90 minutos. Animación.
larazon
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Un aficionado a la animación tarda muy poco tiempo en darse cuenta de que la premisa de «Mascotas» es la misma que la de «Toy Story» pero con animales de compañía. Cuando desaparece del plano la figura humana, emerge la vida secreta de aquellos que, en un universo realista, carecen del don de la palabra. Hay otra realidad –de los objetos, de los animales; por cierto, ¿qué pasa con las plantas?– que lo humano reprime con su presencia. Es la realidad del caos infantil o juvenil, que se expresa con libertad cuando no cae sobre ella el yugo de la mirada adulta. No es la única coincidencia con la saga creada por John Lasseter: del mismo modo que el protagonismo del cowboy Woody se veía amenazado por la irrupción de Buzz Lightyear, aquí la placidez existencial de Max, el rey de la casa para su dueña, se ve alterada por la llegada de un perro diez veces más grande que él, que está dispuesto a arrebatarle el trono. La rivalidad no dura mucho: dispersa como es, «Mascotas» es incapaz de mantener una línea argumental que no dependa de los hallazgos de la Pixar. Muy pronto la película se convierte en una versión amable de «Buscando a Dory», aunque la aparición de una pandilla de animales antisistema, que vive en las cloacas de Nueva York y tiene como líder a un conejo anarquista, podría hacernos pensar que su reverso oscuro posee un cariz ideológico más radical que el de la secuela de «Buscando a Nemo», más psicológica. Es una ilusión óptica, porque, más allá de seguir a unas mascotas buscando a otras durante casi todo el metraje, el filme no va hacia ninguna parte, sólo quiere entretener a un público demasiado acostumbrado a cambiar de canal. Frente al sublime fotorrealismo de la Pixar, los creadores de «Gru, mi villano favorito» o «Los Minions» prefieren un diseño más próximo a los clásicos de la UPA pero con volumen. El principal encanto de «Mascotas» reside en la hiperbólica variedad de caracteres y gags que generan. Cierto es que se impone una cierta saturación barroca, y que eso impide que los personajes se desarrollen y adquieran entidad –el secreto del éxito de la Pixar–, pero al productor Chris Meledendri, nuevo rey Midas de la animación de Hollywood, y sus cómplices, no parece importarles mucho. Aquí todas las mascotas tienen su momento, sin distinción de clase o tamaño, ya sean dos perros encontrando el Santo Grial en una fábrica de salchichas o un periquito pasándoselo en grande en un simulador de vuelo.