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Francia

Matteo Garrone: «Todas mis películas son fantasías sombrías»

Un peluquero canino que se cruza con un violento abusador protagoniza «Dogman», la cinta con la que el director italiano de «Gomorra» regresa a la senda del éxito (la acogida en Cannes fue buena) mostrando una Italia oscura con tintes de «western». En 2019 tiene previsto rodar «Pinocho» con Roberto Benigni.

Marcello Fonte da vida al protagonista del filme, de Matteo Garrone, un peluquero canino
Marcello Fonte da vida al protagonista del filme, de Matteo Garrone, un peluquero caninolarazon

Un peluquero canino que se cruza con un violento abusador protagoniza «Dogman», la cinta con la que el director italiano de «Gomorra» regresa a la senda del éxito (la acogida en Cannes fue buena) mostrando una Italia oscura con tintes de «western». En 2019 tiene previsto rodar «Pinocho» con Roberto Benigni.

Para algunos cineastas no existen los paréntesis. Se apresuran a rellenarlos con una película, para no dejar grietas. Es lo que le ocurrió a Matteo Garrone: cuando se pospuso el rodaje de su adaptación de «Pinocho», «Dogman» ladró para hacerse un hueco. Tal vez no haya tanta diferencia entre el muñeco que cuenta mentiras para agradar a propios y extraños y este Marcello, peluquero canino que, en una ciudad costera que parece la versión italiana de Chernobyl, se ofrece como víctima de Simoncino (Edoardo Pesce), un violento abusador de almas cándidas, cocainómano empedernido en busca de su dosis de furia hipertensa. Garrone olvidó el relativo fracaso de la ambiciosa «El cuento de los cuentos» ante la cálida acogida que «Dogman» obtuvo en el último Festival de Cannes. Inevitable empezar a hablar del debutante Marcello Fonte, que ganó el premio al mejor actor.

–No es la primera vez que trabaja con actores no profesionales, aunque Fonte no parece dejarse intimidar por la cámara.

–Marcello era el conserje de un centro social donde también vive. Es un espacio en el que grupos de expresidiarios se reúnen para ensayar obras de teatro. A él siempre le ha gustado el teatro, y no perdía ocasión de asistir a los ensayos. Faltaba bien poco para que pisáramos el centro en busca de actores para la película, tres o cuatro días, cuando un miembro del grupo murió en el baño. Así, fulminado. Marcello le sustituyó. Si no hubiera sido por esa desgracia, nunca le habría conocido. Es hijo de campesinos, de un pueblo del sur de Italia. Ni se le había pasado por la cabeza ser actor. ¡Solo pedía autógrafos! Hay algo muy instintivo en él, muy ingenuo y a la vez muy auténtico, sin filtros, que iluminaba al personaje. ¡Parece que haya trabajado con perros toda la vida!

–El espectador puede tener la sensación de haberse escapado de la realidad de «Gomorra» para caer en la de «Dogman». Son dos películas donde Italia parece un país tercermundista, casi como si hubiera acabado de salir de la posguerra...

–La película está inspirada en un caso real, aunque con la entrada en escena de Marcello cambiamos mucho el guión. Llevaba trabajando en él unos doce años, incluso antes de ponerme con «Gomorra». Se basa en una historia que tuvo mucho eco social en la prensa sensacionalista, en la década de los ochenta: en un barrio de Roma un buen hombre acabó por convertirse en un torturador y un asesino. No me interesaba la crónica negra, el lado más «gore» del caso. Por otro lado, rodamos en una de las localizaciones que aparecen en «Gomorra», de ahí la conexión visual con «Dogman». Me interesa esa atemporalidad, esa abstracción decadente, desde el punto de vista estético. Son, no obstante, películas muy distintas. «Dogman» está muy centrada en Marcello, en su arco dramático: es un perro apaleado que lucha por recuperar su dignidad, aunque sea a costa de perder la cabeza.

–Hay un desvalimiento muy físico en la interpretación de Fonte...

–Yo pensaba en él como si fuera Buster Keaton o Charles Chaplin. Hay algo muy entrañable en la relación con su hija, casi como si estuviera protagonizando «El chico». En su delgadez, en su gestualidad, quería evocar a un actor de cine mudo.

–Usted mismo ha hablado de «western» refiriéndose a la película...

–Lo es, en cierto modo. El espacio donde ocurre la acción tiene esa dimensión fronteriza de los poblados del Oeste. Te lo imaginas con un «saloon», un abrevadero y un par de establos. Hay algo de ciudad sin ley, donde lo importante es pertenecer a una comunidad que confíe en ti y te proteja. Marcello intenta que así sea, y quiere ganarse el respeto de los demás sin molestar a nadie. Pero, si te fijas, es el tipo de espacio que siempre está impregnado de violencia, donde es difícil mantenerse al margen de sus mecanismos.

–Cuando se estrenó «El cuento de los cuentos», la crítica la percibió como una anomalía en su carrera, como si el éxito de «Gomorra» le hubiera colgado la etiqueta de cronista de una cierta realidad italiana que había que denunciar.

–Supongo que la culpa la tenía Roberto Saviano (risas). Si haces una película sobre la Camorra, lo más lógico es que te cataloguen como un cineasta realista. Sin embargo, «Gomorra» y «El cuento de los cuentos» eran muy parecidas en su estructura episódica, en su deseo de convertirse en el fresco de una época. Por mucho que estén inspiradas en la realidad, todas mis películas son fantasías sombrías. Tal vez por eso me ha obsesionado adaptar el «Pinocho» de Collodi, que es terrible, muy siniestro. Por otro lado, estudié pintura, y en el plano estético, me gusta que se noten mis influencias como artista plástico. Siempre llevo a Caravaggio y Goya en mi memoria. Me guía lo oscuro.

–«Dogman» es, en cierto modo, una película de venganzas...

–Siento contradecirte. Eso significaría reducir las paradojas del personaje de Marcello a la vieja estrategia del «ojo por ojo», y la violencia no funciona así. De repente, no sabes cómo, te ha contaminado, y actúas como en trance. Yo diría que se parece más a una tragedia griega. Me gusta trabajar con arquetipos, explorar su psicología. No puedo negar que tiendo al pesimismo, pero lo compenso intentando comprender a todos los personajes. Después de todo, la relación de Marcello, que además de lavar perros vende cocaína, y su opuesto, Simoncino, es de dependencia mutua. Al fin y al cabo, los dos son víctimas.

Si todo sale bien, Garrone comenzará a rodar «Pinocho» en 2019, con Roberto Benigni en el papel de Geppetto, el padre de este niño de madera. El oscarizado actor y director de «La vida es bella», ya interpretó a la marioneta en su propio versión para el cine. La película de Garrone iniciará su rodaje en los primeros meses de 2019 en las regiones italianas de Lacio, Toscana y Apulia. Se tratará de una coproducción entre Italia y Francia.

«Pinocho» será el noveno largometraje de un director que empezó su carrera en 1996 con «Terra di Mezzo», y a pesar de haber realizado numerosos filmes en Italia, no fue hasta 2008, con «Gomorra», cuando le llegó el reconocimiento internacional. Basado en el popular libro de investigación de Roberto Saviano (por el cual, el escritor aún tiene que mantenerse escondido de la Camorra), fue un éxito de crítica y público que relanzó la carrera de este romano de 50 años que, junto a otros realizadores como Paolo Sorrentino («La gran belleza») y Luca Guadagnino («Call Me By Your Name»), ha logrado que el mercado internacional y los grandes festivales se interesen por ellos. «Gomorra» ya logró el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes, y con «Dogman» ha vuelto a tener premio, en este caso para el actor principal.