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Palabra de butronero

Siminiani narra en el documental «Apuntes para una película de atracos» sus encuentros con el Robin Hood de Vallecas, que asaltó numerosos bancos desde el subsuelo.
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Siminiani narra en el documental «Apuntes para una película de atracos» sus encuentros con el Robin Hood de Vallecas, que asaltó numerosos bancos desde el subsuelo.
Elías León Siminiani siempre quiso hacer una película de atracos. Lo confiesa, de hecho, al inicio de «Apuntes para una película de atracos» y al teléfono con LA RAZÓN confirma que no es una mera frase de arranque: «Es totalmente cierto. Y parafrasea una cita de ''Uno de los nuestros''. Siempre me han parecido fascinantes este tipo de filmes en los que la trama se centra en el proceso de un grupo de personas que trata de ejecutar algo». En este caso, un robo.
No obstante, la cinta de Siminiani derivó hacia un documental, teniendo presente el concepto de «apunte» pasoliniano. «Él arrancó ese subgénero en los 60, películas como de cuadernos de notas, que es algo que me llama la atención». El encuentro con el Robin Hood de Vallecas, un butronero célebre, hijo de otro ladrón notable, le dio un protagonista a su historia. «Una periodista que acaba de hacer un reportaje sobre él me puso sobre la pista. Fui a conocer al inspector que había llevado el caso. Me fascinó la historia, la complejidad del proceso de los robos subterráneos (el caco hacía butrones en bancos desde la red de alcantarillado) y el inspector me convenció de que debía conocerlo». Pero, el Flako (su otro nombre de guerra) estaba en Estremera.
Del yo al tú
«Apuntes para una película de atracos» narra la búsqueda en primera persona de dicho personaje, los encuentros y desencuentros con Flako y su familia, al tiempo en que se va desarrollando la propia vida del director, su relación con su mujer y el proceso del embarazo de ambos. «Esa función subjetiva de mi cine la vengo practicando desde hace años. En esta película había una voluntad expresa de pasar del yo al tú, pero se truncó porque la mujer del Flako se oponía y él estaba en Estremera cumpliendo condena. Así que a mitad de producción me quedé sin protagonista y sin el contexto. Pensé: me tengo a mí, a mi compañera y a mi hija. Así que intenté filmar mi vida como un espejo de la suya para suplir esa carencia».
No obstante, a mitad de metraje, el Flako cobra protagonismo hasta convertirse en narrador de la cinta. Ya en la calle, cuenta a la cámara de Siminiani los detalles de una infancia atípica bajo el paraguas de un padre que robaba bancos y despachaba droga, sus ansias de ofrecerle a su hijo (a cuyo parto no pudo asistir por estar preso) una vida más normal que la suya. Asimismo, alecciona al director sobre el apasionante mundo de los butroneros, su particular jerga, y el trabajo en el subsuelo.
Siminiani, a pesar de ser claustrofóbico, se atrevió a bajar a las alcantarillas: «Es una experiencia agobiante, pero desde que empecé a hablar con Flako y los agentes me decían que si no bajaba no podría entender nada. Hay que verlo, no se puede explicar con un mapa. Durante todo el rodaje sentí la presión de bajar y al final lo hice. Flako me hizo una ruta con los ''hits'' del subsuelo y me metí en las angosturas, en los sitios donde hay ratas y mierda. Espero que el espectador sienta algo de lo que sentí», concluye el realizador.

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