Pioneros de la llanura electrónica
El documental «Nitsa 94/96» pone broche final hoy a DocumentaMadrid con una proyección y fiesta de música a cargo de DJ Fra e Is Tropical
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El documental «Nitsa 94/96» pone broche final hoy a DocumentaMadrid con una proyección y fiesta de música a cargo de DJ Fra e Is Tropical
En esos días, nada estaba escrito. Verdes praderas vírgenes se extendían delante de los exploradores musicales. Nuevas drogas diseñaban el viaje emocional de aventureros por un sonido nunca antes escuchado. Hacía falta valor y renunciar a las viejas convicciones para trazar los contornos de un mapa nocturno, y, en un extraño lugar, en torno a una pista de baile giratoria, menos pioneros de los que dicen vieron nacer la música electrónica de la ciudad de Barcelona. La historia de cómo unos valientes, con pocos discos y sin saber pincharlos, se asomaron a esta escena, la cuenta «Nitsa 94/96», un excelente documental que pone el broche a la DocumentaMadrid esta noche, con proyección, cóctel e, inevitablemente, sesión de DJ a cargo de Fra e Is Tropical en la Cineteca de Matadero.
El Nitsa tiene una importancia capital en la escena musical española de estos días. Por allí andaban con ropas de veinteañeros los que hoy son responsables de algunos de los festivales más importantes de Europa, el Sónar y el Primavera Sound. A pesar de que, como dice el título del documental, el local apenas duró dos años, su leyenda fascinó a toda una generación por su pista de baile giratoria. «Para nosotros era la bomba. Parecía algo nuevo e increíble, pero lo bonito de la historia es que mi abuelo y mi padre ya habían bailado exactamente en esa pista», cuenta Alex Julià, director del documental. «La historia me parece fascinante, porque la maquinaria que hace rotar el suelo la construyó hace varias décadas «Chufo» Llorens, que hoy es escritor de ‘‘best-sellers’’ y novelas históricas, alguien que ha vendido millones de libros. Pero a mi generación nos pareció que estábamos descubriendo El Dorado. Investigando, descubrimos que por allí pasaron Lola Flores o Los Sírex, y que el primer disco de oro que le dieron a Julio Iglesias se lo entregaron en la sala», comenta el director. En el filme, los anteriores responsables del local explican las ventajas para el baile agarrado de un suelo que rota y también expresan su desconcierto cuando llegan unos «chavales colgados» que cambian los bailes de salón por los beats martilleantes y el chirrido de la aguja por los surcos del vinilo.
Una figura determinante
A Gabi Ruiz, actual director del Primavera Sound, le debió parecer buena idea hacerse cargo del local para programar conciertos de «indie», su verdadero sueño. Pero las grandes historias pasan de casualidad, y algo se torció por el camino, o, más bien, alguien: Aleix Vergés, quizá más conocido como Sideral, tenía un carisma arrollador: era un chico de la zona alta de Barcelona, la más pudiente, con tanto conocimiento musical como buena estrella. «Gabi le decía que pinchase pop, pero él se empeñaba en poner electrónica hasta las últimas consecuencias», dice Julià, que financió los 6.000 euros que costó la película con donaciones. Y en la Barcelona postolímpica, ansiosa por ocupar un lugar de vanguardia en el mundo, había esa actitud de aventura, una voluntad de modernidad y de abrazar las últimas tendencias. Bueno, y había chavales en chándal bailando toda la noche con un chupete en la boca, siguendo las actitudes del género precedente más directo: el bakalao de la Ruta valenciana. Estamos hablando de la llegada del éxtasis.
«Es muy interesante ver cómo en realidad fue un proceso de días lo que tardó en entrar en la ciudad. Aunque hay mucho de mito en la historia. Porque ya sabes que, cuando algo se convierte en importante con el tiempo, todo el mundo dice que había estado allí desde el primer día, y no es cierto. El Nitsa era un club pequeño y no siempre lleno. Hubo noches aburridas y sesiones que puedes calificar de todo menos fantásticas. A Jeff Mills le pusieron a pinchar la primera vez demasiado temprano y la gente entró cuando prácticamente estaba terminando, porque en España se sale mucho más tarde que en el resto del mundo. Muchos dirán que le vieron y claro, no es cierto. Allí, en realidad, había muy poquita gente en general», cuenta Julià, que reconoce que él no era de los habituales, aunque sí se atrevió alguna noche. La escena, eso sí, creció hasta convertirse en el género dominante en la ciudad y la fiebre por hacerse con el último vinilo nunca ha conocido mayores temperaturas. Y Sideral era el Stanley y el Livingstone de esta expedición. Hay testimonios enternecedores de un Aleix pegado a la cabina de disc jockey absorbiendo cada movimiento, intentando adivinar cómo se enlazan dos temas para que la sesión no se convierta en un paseo por una carretera llena de baches.
La pista de baile centrifugó girando cada noche otras artes adyacentes: el diseño de los «flyers», por ejemplo, que se hicieron muy populares y que llevaban leyendas del tipo «La juventud baila». Andreu Balius (Typerware) no cobraba por imprimirlos, sino que estaban invitados a tomar algo en el Nitsa, y por eso eran libres para inventar nuevas tipografías y ensayar montajes imposibles. También florecieron fanzines cargados de la socarronería del ilustrador y francotirador Juanjo Sáez. Y hubo unas cuantas peleas al estilo de clanes mafiosos rivales: «Bueno, hacen más gracia que otra cosa, porque mira adónde han llegado los que estaban por allí, pero son chiquilladas», dice Julià. «Sabemos que hubo música electrónica en muchos sitios antes, no se inventó allí, pero esta es la historia de cómo una generación se abre a un estilo y se convierte en su seña de identidad». Pronto el Nitsa se mudó al Apolo, pero la leyenda de la pista giratoria ya había nacido.
Soma, la «caverna» madrileña
Extraña mucho escuchar a Jeff Mills en el documental declarando que la escena de Madrid era inexistente en los tiempos del Nitsa. Especialmente para todos los que vieron al músico de Detroit pinchando varias noches en un club mítico de la capital, el Soma, coetáneo del barcelonés y que, tras 12 años cerrado, resucita precisamente esta noche para una fiesta de 20 aniversario del club, en la Sala Arena. Pese a la desmemoria de Mills, por el local pasaron no sólo él y Derrick May, sino Richie Hawtin, Ben Sims, Kenny Larkin y un largo etcétera. Claro que el Soma no se parecía en nada al Nitsa. Era un lugar oscuro, que hasta tuvo futbolín y colchones por el suelo, atravesado por un estrecho pasillo que conducía a la lóbrega pista de baile con las paredes pintadas de negro. Una verdadera caverna ubicada en la calle Leganitos, a pocos metros de la famosa comisaría donde terminaban todos los patanes de la noche de Madrid. Aunque este club jamás dio origen a una historia de éxito como el Primavera Sound, sí contribuyó modestamente a la escena artística española: allí pincharon algunas de sus primeras sesiones Óscar Mulero, Pelacha, Elesbaan, HD Substance y Xpansul. No había pista giratoria, sino una enorme condensación por la temperatura inhumana de sus profundidades, que hacía llover sudor del techo, algo poco molón para convertirse en un documental. Pero esa es una historia que nadie ha querido contar todavía.
- Dónde: Cineteca. Matadero Madrid.
- Cuándo: hoy, desde las 20 a la 01:00 .
- Cuánto: 25 euros (película, cena y sesión).