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«¿Podrás perdonarme algún día?»: Claro, querida timadora

«¿Podrás perdonarme algún día?»: Claro, querida timadora
«¿Podrás perdonarme algún día?»: Claro, querida timadoralarazon

Dirección: Marielle Heller. Guión: Nicole Holofcener, Jeff Whitty (Memorias: Lee Israel). Intérpretes: Melissa McCarthy, Richard E. Grant, Julie Ann Emery. EE UU, 2018. Duración: 107 minutos. «Biopic».

Quizá no sea cierto que existen las malas rachas, probablemente nos estemos refiriendo a malas vidas, o vidas equivocadas, o que se estancaron, o que se trate, por ejemplo, del caso de una mujer inteligente pero que no ha sabido amar ni que la amen. Otra historia verdadera, otra señora de armas y almas tomar, Lee Israe, biógrafa respetada en decadencia, que empieza en los 90 a falsificar cartas de escritores muertos para poder pagar el alquiler, los gastos veterinarios de su gato y los muchos tragos de alcohol que trasiega. En efecto, Israel (una excelente Melissa McCarthy; la misma, aunque parezca mentira, de «Cuerpos especiales» o «Cazafantasmas») bebe y odia demasiado, y se trata de una persona arisca y sarcástica que está más sola que la una. De ahí que, a su manera, quiera bastante a su único contacto humano regular, Jack Hock (grande Richard E. Grant), elegante, decrépito y promiscuo homosexual que vende de vez en cuando cocaína para ir tirando. Entre los dos, compartiendo noches de copas, urdirán los engaños hasta que todas las mentiras queden al descubierto entre magníficos, inteligentes y punzantes diálogos bañados en desarraigo y tristeza mal enmascarada. Y a pesar de que Israel «yo sea más Dorothy Parker que la propia autora», dice la protagonista, el cuento acaba. O empieza otro. Hoy, que ya nadie escribe misivas ni casi nada, que transcribimos las palabras a medias, toparnos con un filme tan conmovedor y cómico a retazos, tan brillante, con ese amor hacia la literatura y cierto regusto al cine urbano y amargo de los 70 sobre dos personajes en busca de un sentido, mientras pasean eternamente sus miserias por las calles neoyorquinas, resulta conmovedor. Gracias, Marielle Heller, también desde hoy eres una amiga, de esas que no tienen que avisar cuando necesitan un whisky en compañía de alguien. Y, si nos quieren, mejor.