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Oliver Stone entra en la guerra del futuro con «Snowden»

El director acudirá al Festival de San Sebastián con su nuevo filme, un «thriller» basado en la figura de Snowden, el analista de la NSA que filtró información, que ya augura una larga polémica.
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El director acudirá al Festival de San Sebastián con su nuevo filme, un «thriller» basado en la figura de Snowden, el analista de la NSA que filtró información, que ya augura una larga polémica.
Hay tres palabras que les encantan a los norteamericanos: verdad, libertad y justicia. Y Oliver Stone se ha encargado, a través de su cinematografía, de probar que, en nombre de esos pilares fundamentales, el Gobierno de los Estados Unidos ha cometido toda clase de atropellos y violaciones de los derechos fundamentales de los ciudadanos. El director saltó a la fama con una película polémica: «Platoon» (1986). El filme mostraba la cara nada heroica de Vietnam con una crueldad que pocas veces se había visto en la pantalla con anterioridad. En esta película privada de argumento –un tipo que se va a la guerra: no hay más– enseñaba al público cómo los soldados norteamericanos se drogaban con total impunidad ante sus mandos, mataban de manera indiscriminada y, lo peor de todo, se asesinaban entre ellos por rencillas y odios personales –completaría su trilogía sobre la guerra asiática con «Nacido el 4 de julio» (1988) y «El cielo y la tierra»(1993)–. A partir de ahí, lo suyo ha sido la controversia. Ha abordado toda clase de temas: desde «Nixon» (1995), un retrato del presidente con Anthony Hopkins de protagonista; el asesinato de JFK (1991), que cuestionaba la versión oficial del magnicidio y entraba en uno de sus temas predilectos: las conjuras, y «W.» (2008), donde aportaba su particular visión de lo que había sido la biografía y la presidencia de George W. Bush.
A lo largo de su cinematografía, Stone lo ha abordado todo: la violencia –«Natural Born Killers» (1994) y «Salvajes»2012)–, la depravación de los agentes de bolsa, con «Wall Street» (1987) y su correspondiente secuela, e, incluso, ha firmado algún documental muy polémico, como el que dedicó a Fidel Castro en 2004. Quien todavía dude de cuál es el camino ideológico y los principios que sostienen el hacer de este realizador, sólo tiene que asomarse a lo que piensa de la historia de su propio país a través de una serie documental, que introducía él, que aportaba una lectura distinta del pasado de Estados Unidos. Ahora, como no puede resbalar sus virtudes como cineasta por el ancho de banda del documental, que es la «no ficción» de la gran pantalla, no le ha quedado más remedio que abordar a través de un «thriller» la figura de Snowden, el agente de la NSA que filtró a la Prensa textos catalogados de alto secreto y que se convirtió durante unos meses en el hombre más buscado del planeta. Con este trabajo bajo el brazo, Stone se va a presentar fuera de concurso en el Festival de San Sebastián. La proyección no va a dejar indiferente a nadie, porque, si algo está claro, es que una «ficción», por mucho que esté basada en acontecimientos reales, permite introducir el pensamiento del director. De momento, lo primero que estarán cavilando muchos es que debe superar una prueba dura y nada fácil. Desde el primer minuto de su película, los espectadores no evitarán compararla con el documental que firmó Laura Poitras, «Citizen Four». Esta cinta se convirtió en un verdadero acontecimiento (de hecho, recibió el Oscar al mejor documental largo) y consiguió que aquellos que se acercaron a verla salieran cabizbajos y encogidos del pase. Algo nada usual y que no está mal que suceda de vez en cuando.

De soldado a la CIA

¿Cuáles son las bazas de Oliver Stone en esta película? Para comenzar, aborda la figura de Snowden desde el comienzo, cuando tiene veinte años y ha ingresado en las fuerzas armadas de Estados Unidos. Una revisión médica le avisa al protagonista, que está interpretado por el actor Joseph Gordon-Levitt, de que los huesos de las piernas, que se ha roto con anterioridad, no aguantarían más tiempo un castigo tan severo como el que se impone a los soldados de su unidad y un oficial, para que no caiga en la depresión, le ofrece una salida distinta «para servir a tu país», como se dice en la producción. ¿Y cuál es esa salida? Pues nada menos que la CIA.
Oliver Stone presenta a su héroe, casi desde el comienzo, como un alma genuina, pura, consagrada a los ideales, que para algo es un veinteañero, y de un talento inusual para la programación. En las pruebas de acceso a la agencia secreta norteamericana, a la que accede cuando ha cumplido los 22 años, supera a los demás en los ejercicios al finalizarlos prematuramente en un tiempo de récord y con una solvencia tal que en el espectador produce la impresión de que Snowden es una fuerza insólita de la naturaleza para las cuestiones informáticas. Esta insólita destreza con el mundo binario le conducirá a lo más alto y recibirá enseguida el premio gordo, lo más preciado para cualquier chico de su edad, entrar en la NSA.
El director, que ha mirado de reojo la cinta de Laura Poitras, parte para su película de dos libros que abordan el caso Snowden: «The Snowden Files», de Luke Harding, y «Times of the Octopus», de Anatoly Kucherena. Por supuesto, en el guión, aparte de Kieran Fitzgerald, participa el propio Stone, lo que hará que muchos atiendan con mayor atención a los diálogos y el mensaje que, casi seguro, incluirá.
«Hay algo mal en el gobierno» es la frase bisagra que mostrará el cambio de conciencia de Snowden, que introducirá las dudas en este personaje y convertirá el filme en un «thriller» o una película de espías más que en un «biopic». A partir de aquí, y aunque la historia es de sobra conocida por el público, este nuevo héroe de la verdad, este joven «padawan» de Julian Assange, se convertirá en el «hombre más buscado» de Estados Unidos a los 27 años. El filme muestra las serias dudas que resquebrajan los sólidos convencimientos de Snowden y que le hace plantearse dilemas éticos. «Los norteamericanos quieren seguridad, no libertad», se escucha en el filme. Y es justo este tema el eje, el punto de debate que vertebra la película y, seguro, lo que ha convencido a Stone para volver a ponerse detrás de una cámara.