Un sablazo de 120 millones (en sólo dos días)
El estreno de «Star Wars» ha llevado a un ejército de seguidores de la saga a conquistar, desde el miércoles, las salas de todo el mundo a golpe de uniformes y láseres. En España aspira a batir récords
El estreno de «Star Wars» ha llevado a un ejército de seguidores de la saga a conquistar, desde el miércoles, las salas de todo el mundo a golpe de uniformes y láseres. En España aspira a batir récords
¿Quién es Snoopy al lado de «La guerra de las galaxias»? Pues, como imaginaban, ayer no era nadie. Es lo primero que se comprueba al llegar a cualquier cine multisala que ose enfrentar dos esculturas tamaño XXL en sus puertas, en este caso el Kinepolis de Madrid. Un perrete solitario versus un imponente casco de las tropas imperiales, que se convierte en antesala de lo que espera veinte metros más adelante. La euforia y un sentimiento «freak» incontrolable hacen que se forme una pequeña cola de seis o siete turnos para tomarse la segunda foto de la cita. La primera seguramente haya sido algún «selfie», ya tuneados para la ocasión, frente al espejo o ya en el coche «rumbo a la galaxia». Snoopy 0-«Star Wars» 1, pero no sigamos con el recuento porque puede ser bochornoso al final del texto y tampoco nos ha hecho nada este simpático beagle. Y más, viendo que ese edificio en el que se estrenaba el séptimo capítulo de la saga se ha convertido en un imán para todo tipo de vestimentas y artilugios jedi y sith. Imagen que se repitió allá donde se estrenaba «El despertar de la fuerza», la mayoría de ellos con el cartel de «entradas agotadas» desde hace tiempo y camino de batir todos los récords: sólo entre el miércoles y el jueves –España vivió ayer su estreno– ha recaudado 120 millones de euros en todo el mundo. Y es que era el día.
Con la primera toma de contacto hecha, y siempre rodeado de criaturas de otro planeta y entusiastas friquis de éste, tocaba entrar. Todo estudiado en un interior en el que la mítica sinfonía de John Williams retumbaba por los altavoces. «Chan, chan, chan, chan...», ya saben. No importa que se emitan otras veinte películas, «hoy –por la madrugada del jueves al viernes– sólo existe una». Y el público encantado, son «años esperando el momento», se oye.
Dentro el remolino de espadas láser, soldados, capas de Darth Vader y Luke, «ensaimadas» de Leia y demás indica el camino a seguir. La competición por ver quién tiene menos pudor está presente y los hay que se atreven a imitar un combate con estos sables galácticos. Sólo hay que dejarse llevar por la masa. Hecha la cola oportuna, en formación, como si del ejército del Lado Oscuro se tratase, es turno del aparataje oportuno de grandes veladas cineastas: refresco y palomitas, cuanto más grandes mejor –para desgracia del bolsillo–. Eso sí, el mundo de la mercadotecnia no perdona una y da dos opciones para esto último: el clásico bol de cartón en el que pone «pop-corn» o el obligatorio para cualquier fan de «La guerra de las galaxias», más caro, pero no importa, es de metal y «es el día». ¿Resultado? Otra fila más para coger ese recuerdo con el que rememorar la efeméride desde el sofá de casa dentro de un tiempo, porque éste es de los que no se tiran. Algún atrevido pretende saltarse este paso, pero rápidamente su grupo le hace entrar en razón con «que es “Star Wars”, cómo no vamos a cogerlo». Incontestable. Entre medias, Juan y Gonzalo, dos amigos que se han equipado para la ocasión con camisetas de Yoda y Darth Vader, tuitean el momento: «Star Wars time! #TheForceAwakens #ElDespertarDeLaFuerza», acompañado de la oportuna foto para dar fe de ello.
Así, la gente va desfilando hacia el punto clave: la sala. Allí donde se van a juntar varios planetas –y un buen porrón de friqui-fans– y se va a proyectar, ¡por fin!, la séptima entrega. Todos aquellos seres que nos han acompañado-guiado desde la entrada ya están sentados como si de un muestrario raruno se tratase. Láseres en alto, gafas 3D acopladas como buenamente se puede sobre los cascos de Darth Vader y el ansia por que empiece ya –«que el público se va», que se decía antes, pero de aquí no se iba a mover nadie–. Después de diez minutos de anuncios y de un revoloteo inusual. Se apaga la luz para que empiece la «guerra». Los sables brillan más que nunca. Ya está aquí. Silencio y... un invitado inesperado: ¡Chewbacca! «Uuuuuoo». Un rugido wookiee retumba entre uno de los asistentes haciendo inevitables las risas de la sala, que se anima a agitar sus luces.
Tras ello, tiempo para la película y para imitar en vivo el movimiento de las espadas desde el patio de butacas, sincronizados con la pantalla. Además de ese runrún de sorpresa y de aprobación cada vez que aparece en pantalla algún «viejo amigo». «Me ha faltado...», comentaba una mujer a la salida. ¿Cuál? Apuesten y vayan a ver si aciertan.