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Una historia feroz

Fernán Gómez, en «El mundo sigue»
Fernán Gómez, en «El mundo sigue»larazon

Restauran y reestrenan «El mundo sigue», de Fernando Fernán-Gómez, una película «maldita» sobre la miseria moral de la posguerra española.

«Necesitamos que esta película ocupe el lugar que se merece entre las mejores que se han hecho nunca en España. Que los jóvenes la vean para saber el país que era y los mayores la vean como el que pasa las páginas de un álbum de fotos, que miras aunque haya cosas que no te apetezca recordar». Así se refirió el director Fernando Trueba a «El mundo sigue», la película «maldita» que dirigió Fernando Fernán-Gómez, una pieza clave de su filmografía, y que hace exactamente 50 años tuvo un estreno fallido y desde entonces quedó sumida en el olvido. Ahora, por iniciativa del hijo del productor original, Juan Etelrich, este «melodrama sentimental» ambientado en la posguerra española tendrá el estreno por todo lo alto que la película jamás tuvo. «Tengo la sensación de que estamos llevando a cabo la reparación de una injusticia», añadió Trueba ayer en un acto en la Academia de Cine, donde se proyectó la versión remasterizada del filme.

La cinta, que sólo se proyectó en el cine Buenos Aires de Bilbao, pasó sin pena ni gloria. La censura prohibió primero y recortó después (cuando Arias Salgado dejó sus sitio a Manuel Fraga en el Ministerio de Información y Turismo) buena parte de los diálogos de la historia, basada en la novela homónima de Juan Antonio Zunzunegui. Recibió, sin embargo, la peor calificación del organismo, por lo que quedó al margen de las ayudas y fuera de la distribución masiva, de manera que quedó relegada a su estreno en un programa doble de la capital vizcaína. Lo que no debió de gustar al censor era la dureza de la trama.

«No gris, sino negra»

Gemma Cuervo, protagonista de la historia, intervino en la Academia muy emocionada tras volver a verla: «La calle era así, la miseria era así y las bajezas morales eran también de esa forma. Fernando logró la perfección al retratar su tiempo con la cámara. España no era gris, sino negra, y las paredes y las almas, también», añadió Cuervo. La historia, aparentemente la de la peripecia familiar de una casa con dos hijas que se enfrentan a la búsqueda de su propio futuro, sus medios de vida y a la elección de casarse o no hacerlo, desemboca en un fresco de personajes que rozan «lo doloroso y el extremo de lo grotesco», como los definió José Sacristán. «Es una cinta política, pero no hay ni un solo plano en el que lo pretenda. Cuando ves una de Saura, identificas la intención, pero aquí la sensación es que asistes a una crónica familiar aunque en realidad cuenta cómo fue de profunda la miseria moral de este país», explicó Trueba.

Las dos jóvenes, Eloísa (Lina Canalejas) y Luisita (Gemma Cuervo), representan dos modos opuestos de entender la moral. «Una es el bien moral atormentado y maléfico, frente al mal social, pero con bondad de corazón», dijo Cuervo para definir a un personaje, el primero, que contrae matrimonio pero vive en la pobreza, y se porta con mezquindad con la segunda, que «vive la vida ancha» alternando con hombres y beneficiándose de ellos. A lo largo de la trama, el juego, el machismo, la desesperación, la religión, la autoridad, los medios de comunicación y la presión del qué dirán van haciendo aumentar el dramatismo en el interior de la trama «con dosis de ironía e histeria». El reparto incluía a buena parte de los grandes secundarios del cine español como Milagros Leal, Francisco Pierrá, Agustín González, Fernando Guillén, María Luisa Ponte y Pilar Bardem, además de Fernán-Gómez.

«Ésa era exactamente la España que teníamos», dijo Cuervo. «Estamos ante una película feroz. Y probablemente sea el primer filme feminista de la historia, porque cuenta lo que suponía para una mujer el matrimonio o cruzar la calle», añadió Trueba. «En Francia y en Italia tienen clásicos de su cine porque no sufrieron una censura, y los eligen en libros. Nosotros tenemos apenas un puñado de ellos y resulta una desgracia que hayamos olvidado uno de esta manera. Porque esta es una película muy moderna, que toma la forma de melodrama para contar cosas que la trascienden. Cuenta las miserias morales de una forma realmente moderna». La distribuidora A Contracorriente Films se ha encargado de que salas de al menos 13 ciudades españolas proyecten el próximo viernes «El mundo sigue», como si fuera la primera vez, y que de esa manera se convierta en el estreno de una película con 50 años de edad, pero con más actualidad de la que parece. «Era necesario hacerlo», dijo Adolfo Blanco, responsable de la distribuidora.