Berlín

Una huelga de sexo para acabar con la violencia

Spike Lee recrea «Lisístrata» en la inconformista «Chi-raq» y se reafirma en que no irá a los Oscar: «La industria ningunea al público»

El director Spike Lee, ayer en Berlín
El director Spike Lee, ayer en Berlínlarazon

Spike Lee recrea «Lisístrata» en la inconformista «Chi-raq» y se reafirma en que no irá a los Oscar: «La industria ningunea al público»

La primera frase de «Chi-raq» es «Esto es una emergencia». La última es «Despertad». Nadie podrá negarle a Spike Lee sus ganas de meter el dedo en la llaga, y no sólo con los que considera sus enemigos naturales, la raza blanca dominante. Al «black power» también le toca recibir, y, como su portavoz, o más bien su megáfono, ha decidido poner los puntos sobre las íes, no hay títere que se salve. Lo que no quita que, en la rueda de prensa, repartiera leña, cómo no, contra la Academia, a pesar de haber recibido un Oscar honorífico el pasado noviembre. «No voy a boicotear los Oscar, simplemente no voy a ir», declaró con su contundencia habitual. «En los dos últimos años no ha habido ni una sola nominación para los actores de color. De hecho, el problema no son los académicos. Es de los guardianes de la industria. Los ejecutivos de los estudios y de las cadenas de televisión son los responsables de que no haya diversidad en los proyectos que aprueban. Si están en contra de la diversidad, que piensen en el negocio: están ninguneando a una buena parte de su público potencial».

- Desde el sur de Chicago

Empecemos por el título, que enfureció al alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, hasta el punto de presionar sin éxito a Lee para que lo cambiara. «Me dijo que perjudicaría al turismo y al desarrollo económico de la ciudad, pero lo cierto es que, por desgracia, en el sur de Chicago no hay ni turismo ni desarrollo económico», explicó Lee. «¿Cómo se me puede criticar por un término que inventaron los raperos del sur de la ciudad? En lo que llevamos de año han muerto noventa personas en Chicago. ¿No estamos hablando de una zona en guerra?». Teniendo en cuenta que en la capital de Detroit han muerto, en los últimos quince años, muchos más americanos que en la guerra de Irak y Afganistán juntas, el título no puede ser más oportuno. El tema precréditos, «Pray 4 My City», cumple la función del «Fight the Power» de la magnífica «Haz lo que debas»: es, a la vez, un obituario y un grito de guerra. A los americanos les gusta la guerra, es más fácil comprar una pistola que un ordenador, y la tenencia de armas, que tanto defienden los republicanos, es la forma que los blancos han ideado para mantener a raya a los negros, mayormente provocando que se maten unos a otros. Lo que proclama Lee, con muy buen juicio, es que los últimos responsables de detener esta guerra sin cuartel son ellos, y sólo así recuperarán su libertad.

Lee también ha sido acusado de trivializar la violencia en las calles de Chicago, y de sexualizar en exceso las estrategias de poder femenino. Los detractores de «Chi-raq» parecen olvidar que Aristófanes escribió «Lisístrata» como una sátira, y la intención de una sátira no es tanto documentar la realidad como criticar sus defectos. Lee abraza el didactismo de una manera tan frontal que resulta hasta simpática. Sobre todo, porque se complica la vida haciéndolo. Sólo a un loco o a un idealista se le ocurriría vehicular su enfado a través de una película en verso, que establece una estimulante conexión entre el verbo del teatro griego y las rimas raperas, con un maestro de ceremonias que oficia de coro de una sola voz (y qué voz: Samuel L. Jackson) y con un lema («No peace, no pussy», esto es, «No hay paz, no hay coño») que, bajo su apariencia sexista, ensalza el poder negociador de la mujer frente a la orgullosa estulticia del hombre. Detrás de esta comunión colectiva de chicas neumáticas y con las ideas claras –comunión que, en la fantasía urdida por Lee, se extiende a escala global, inundando los medios y las redes sociales de consignas revolucionarias–, hay una encendida reivindicación de las heroínas de la «blaxpoitation» que ya aparecía en uno de sus filmes más subestimados, «Girl 6», que, como «Bamboozled», tiene bastante que ver con «Chi-raq». En la película que nos ocupa, desbordada, desequilibrada y paradójica, todos sus defectos juegan a favor del riesgo suicida del punto de partida. Es lo más estimulante que ha hecho Lee en muchos años, tal vez la mejor manera de reconciliarse con él para los que añoren «Haz lo que debas».

- La académica «genius»

En las antípodas del desbordamiento de Spike Lee está la contención monótona y académica de «Genius». Como su título indica, la ópera prima del exdirector del prestigioso Donmar Warehouse londinense, Michael Grandage, habla de la gestación de un genio, Thomas Wolfe, por parte de alguien que sabía detectarlos, el editor Max Perkins. A la expansividad, un tanto histriónica, de Jude Law como Wolfe, se contrapone la natural prudencia de Colin Firth, tan recatado como de costumbre. El actor británico confesó en rueda de prensa que se sentía cómodo embutido en los patrones de un traje gris porque «la represión» le parece «interesante». «Es mucho más fácil que de ella emerja el misterio, la sutileza, el sentido oblicuo de una frase. No siempre tenemos la palabra justa que exprese lo que sentimos». Es obvio que la película adopta el punto de vista de Perkins, «que nunca quiso ser escritor, estaba cómodo estando en segunda línea de fuego y creía que su instinto debía resultar invisible», remató Firth. Por desgracia, Grandage confunde la modestia con la rutina, y en «Genius» el genio siempre está en otra parte.

El horror de la frontera

Ayer «Chi-raq» no fue la única película que puso a Estados Unidos en un compromiso. En «Soy Nero», el iraní Rafi Pitts sigue la pista de un sin papeles que decide pasar la frontera para alistarse en el ejército americano bajo la promesa de que, a su vuelta, será oficialmente un ciudadano estadounidense. El método de Pitts, meramente observacional, ataca los momentos esenciales de ese viaje con bruscas elipsis, y aunque el resultado es más que digno, es inevitable pensar en que aporta poco al cine de «espaldas mojadas» que han narrado ese tenebroso trayecto, que a menudo empieza y acaba en el mismo punto.