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Colecciones Reales: los tesoros de la Corona

El 28 de junio se presentan las casi 700 piezas procedentes de Patrimonio Nacional en este nuevo museo, el más grande que se abre en nuestro país en años, que ocupa más 40.000 metros cuadrados

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Después de 25 años de trabajo, ocho años de retraso en su apertura, 167 millones de euros y alguna sonada polémica por medio, la Galería de las Colecciones Reales abrirá al público el próximo 29 de junio y mantendrá unas jornadas de libre de acceso ese mismo día y también los días 5, 6 y 7 de julio. Con una superficie de más de 40.000 metros cuadrados, varias plantas de altura y un aplaudido diseño desarrollado por los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla, este museo, un auténtico coloso vertical de cristal, hormigón y madera, es uno de los más ambiciosos que se han planteado en España y el más amplio que se ha inaugurado en Madrid en estas últimas décadas.
Atrás ha quedado el agrio desencuentro que mantuvieron con El Prado cuando reclamaron a la pinacoteca madrileña una serie de iconos emblemáticos de su colección. La petición quedó, como era de antemano previsible, en nada. «Ambas instituciones tenemos que convivir. Ellos también tendrán sus alusiones aquí dentro», comentó Leticia Ruiz, directora de este espacio. Ahora, este museo, situado entre el Palacio Real y la Catedral de La Almudena, expuesto a una amplia vista sobre el jardín del Campo del Moro, la Casa de Campo y una gran área de Madrid, inicia un recorrido que todavía esconde algunas incógnitas. «Todavía es demasiado pronto para arrojar una cifra de los visitantes que acudirán a verlo. Al principio habrá más porque muchos querrán conocerlo, por eso tenemos que dejar que pasen varios meses para calcular cuál será su afluencia corriente. También tenemos que determinar el aforo y para eso necesitamos determinar qué atraerá más la atención del público y dónde se detendrá durante el recorrido», asegura su responsable.
Después de 25 años de trabajos y una inversión de 167 millones, el centro es una realidad
A pesar de la reticencia de Leticia Ruiz a aventurar una cifra concreta, es cierto que una de las metas que se han propuesto es alcanzar los 1,5 millones de personas, que son las que recibe anualmente el Palacio Real. De hecho, la venta de la entrada, que costará 14 euros, se venderá también de manera conjunta con la del Palacio por 24, lo que augura que, de cierta manera, heredará por mera decantación la posibilidad de un número bastante alto de visitantes procedente de este acceso.
De momento, su inmediata apertura ha alentado bastante expectación. El enorme tamaño de las salas, dotadas con una altura considerable, los restos arqueológicos de la muralla árabe que se conservan en su interior (se habilitarán unas vitrinas que mostrarán los objetos extraídos de las catas y prospecciones que se han hecho a su alrededor) y el tipo de piezas que se mostrarán ya dieron pie en el pasado a numerosas especulaciones y alimentó cierto escepticismo. Era lógico. La Galería de las Colecciones Reales nacía como una excelente idea sobre el papel, pero también arrastraba un hándicap que nadie pasaba por alto: qué clase objetos llenarían sus salas y qué discurso lo articularía. No eran asuntos menores.
Galeria Colecciones Reales © Alberto R. Roldán / Diario La Razon.
Galeria Colecciones Reales © Alberto R. Roldán / Diario La Razon.Alberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS
El reto descansaba en llenar sus galerías sin desvalijar a su vez los Sitios Reales y despojarlos de algunos de sus principales reclamos turísticos. Un equilibro muy complejo y todo un desafío. Para su apertura se han exhibido al final 650 piezas procedentes del Palacio Real, el Monasterio de San Lorenzo del Escorial o el convento de las Descalzas Reales, entre otros monumentos asignados a Patrimonio Nacional y repartidos a lo largo y ancho de la geografía española. Para sortear el escollo de vaciar estos lugares, no todas las obras disfrutarán del mismo estatus. Algunas de ellas serán permanentes, pero otras irán rotando debido a varios aspectos: que puedan regresar a su lugar de origen para que se sigan disfrutando en su sitio procedencia, ir enseñando los abundantes fondos que se guardan (alrededor de 170.000 obras, entre tapices, cuadros, armaduras, carrozas y objetos decorativos) y por aspecto puramente de conservación.
Las naves son de 103 metros de largo y 16 de ancho, y se dividen en cuatro plantas con vistas al Manzanares
Este es el caso de obras extremadamente delicadas, como pueden ser las de papel. Aquí entrarían, por ejemplo, joyas bibliográficas provenientes de la Biblioteca del Escorial, una de las principales del humanismo español del siglo XV y XVI, y uno de los verdaderos tesoros con los que se ha podido contar y que seguro que atraerá a grandes curiosos: los cuatro dibujos de Alberto Durero que son una maravilla: un ala de pájaro, un murciélago, un paisaje y un lirio.
Una de las controversias que han rodeado esta inauguración es dónde iba a quedar el retrato de la Familia Real firmado por Antonio López. Pronto se conoció que no se integraría. Las razones que han respaldado esta aparente exclusión (aunque cualquier persona que visite el Palacio Real podrá seguir viéndolo perfectamente) es la idea que existe que en principio sustenta este museo. Su orden es de carácter cronológico y la perspectiva que se ha adoptado es mostrar el desarrollo y la evolución de la Corona española desde la época de los Trastámara y haciendo hincapié en los Reyes Católicos y Juana I de Castilla, pasando luego por los Austrias y siguiendo por los Borbones. Concluye con Isabel II y Alfonso XIII, que fue el último monarca que disfrutó de las estancias reales de la capital. Después vino la República, luego el franquismo y lo que siguió a continuación es Patrimonio Nacional. Por eso tiene sentido que la colección acabe en las inmediaciones del año 1931 y que todo lo posterior haya quedado fuera, a excepción del tapiz de Pérez Villalta, una alegoría al buen Gobierno que recuerda a los de los hermanos Lorenzetti que existe en Siena.
Galeria Colecciones Reales © Alberto R. Roldán / Diario La Razon.
Galeria Colecciones Reales © Alberto R. Roldán / Diario La Razon.Alberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS
El arco temporal de la Galería de las Colecciones Reales es muy amplio. Arranca con una corona y cruz votiva procedentes del tesoro de Guarrazar, que por diversos cursos y meandros de la historia terminaron en Patrimonio Nacional. Son unas piezas que casi nadie ha visto hasta ahora y que, junto a las obras de Juan de Flandes (el famoso retrato de Isabel la Católica y el impresionante «Políptico de Isabel la Católico», que casi es desconocido) abren el discurso del recorrido, que irá mostrando diversas facetas de la monarquía española.
Con unos vídeos que explican las dinastías de los Austria y los Borbón, con otros que se detienen en enseñar la historia de los dos Palacios Reales, el que ardió y el que Filippo Juvarra levantó posteriormente sobre los cimientos del Alcázar (uno de los atractivos son los planos constructivos de este), el discurso de la historia de España, desde el siglo XV hasta el siglo XX, a través de la monarquía y de su poder. La visita está jalonada por altos en los que resulta inevitable detenerse, como el tapiz del Nacimiento de Cristo que posiblemente Juana la Loca tuvo consigo durante su encierro Tordesillas y la armadura original que Carlos V llevó en el cuadro donde Tiziano conmemoraba su victoria en Mühlberg, y que también aparece reflejaba en un tapiz y un cuadro de Pantoja de la Cruz (copia de uno de Tiziano) que se pueden contemplar.
Otras piezas que resultan notables son las armaduras de Felipe II, Felipe III (es la que luce en el retrato ecuestre que hay en la Plaza Mayor) y Felipe IV. Pero también una galería pictórica que encuentra algunas de sus cimas en «El triunfo de la Santa Liga», de El Greco; un paisaje de Patinir, un retrato de Tiziano; el óleo «Salomé con la cabeza del Bautista», de Caravaggio, que sin duda será uno de los puntos de atracción, junto al óleo de un caballo blanco de Velázquez, la crucifixión de Bernini que proviene de El Escorial y un tesoro insospechado: la maqueta original que hizo este último escultor para la Fuente de los cuatro ríos de Piazza Navona en Roma. Una obra que en los próximos meses se espera que depare alguna sorpresa adicional que multiplicará su valor no solo económico, sino artístico.
Una Galería con el espíritu de Felipe II
►Se dice que Carlos V fue un rey ausente, «siempre estaba fuera», apunta Leticia Ruiz. Sin embargo, la tendencia cambió con el paso a la siguiente generación: con Felipe II apareció «un hombre de despacho». Con el hijo del emperador aparece un cambio de pensamiento, «él sí tiene la ida de todo lo heredado y es un hombre con mucha curiosidad por diferentes ámbitos como los jardines o la arquitectura. Esa conciencia del legado que tenía entre manos vertebra la conciencia dinástica», explica la directora frente a la armadura que Felipe II regaló a su padre. En parte, aquel pensamiento del monarca se sublima hoy con la apertura de esta monumental Galería.