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«Colonofobia», una campaña prediseñada de acoso y derribo

larazon

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Los acontecimientos que están ocurriendo en el mundo actual están consiguiendo que el ciudadano medio pierda su capacidad de sorpresa y, por supuesto, de reacción. Pero hay un hecho reciente que no puede pasar desapercibido para los españoles. Me refiero a la retirada de la estatua de Colón en El Grand Park de Los Ángeles. Al parecer, esta iniciativa la ha llevado a cabo un concejal angelino, el sr O'Farrell, apoyado por la Comisión de Nativos indio-americanos del condado de Los Angeles, cuya vicepresidenta, Chrissie Castro, llegó a decir en el momento de la retirada que era un día muy emotivo para todos ellos. Más lejos llegó Hilda Solís, supervisora del condado al vincular a Colón con un capítulo manchado de la historia. Resulta llamativo que la mayoría de colaboradores en este empeño tengan nombres tan poco anglosajones como David Girón, Joel García, Tania Meléndez, Rudy Ortega o Anthony Morales. Ni Chrissie Castro ni Hilda Solís ni el resto de estos señores son conscientes de la suerte que tuvieron con que sus antepasados hubiesen nacido en la América española y no al norte del río Grande, pues de haber sido así, con toda seguridad no hubieran podido estar en la celebración de la retirada de la estatua.
Nada puede producir más estupor desde un punto de vista histórico que tan injusto atropello se produzca en una ciudad fundada por Felipe de Neve, Gobernador de la provincia de las Californias en 1781, y que en cuyo escudo figura algo tan español como una carabela y una misión. Semejante oprobio solo puede explicarse desde la ignorancia o desde el resentimiento más injusto, desde ambas a la vez. Asistimos en la actualidad a un proceso revisionista de la historia que, con criterios del siglo XXI, pretende juzgar hechos de hace más de quinientos años. Se acusa a Colón de genocida, delito creado por la Convención para la prevención y la sanción de delitos de genocidio en 1948, es decir, 446 años después de su llegada a América, y que es definido como cualquier acto perpetrado con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Tal vez Colón no fue un misionero pero no fue en modo alguno un genocida, pues tan solo pretendió, creyendo en Toscanelli, encontrar una ruta más corta hacia las Indias y procuró cumplir con las obligaciones impuestas por Isabel de Castilla. Fue después su viudo Fernando quien promulgó las leyes de Burgos de 1511, las cuales declararían que los indios eran libres y que deberían tener un salario justo.
No tendría sentido citar aquí a historiadores españoles haciendo un panegírico de la gesta de Colon y sus sucesores, pues ello sería harto fácil al ser la lista interminable. Por eso voy a recordar tan solo tres citas de personajes nacidos en el continente americano.
Octavio Paz dijo: «No todo fue un horror: sobre los reinos del mundo precolombino los españoles levantaron una construcción histórica grandiosa que, en sus grandes trazos, todavía está en pie. Unieron a muchos pueblos que hablaban lenguas diferentes, adoraban a dioses distintos, guerreaban entre ellos o se desconocían. Les unieron a través de leyes e instituciones jurídicas y políticas pero, sobre todo por la lengua, la cultura y la religión. Si las pérdidas fueron enormes, las ganancias han sido inmensas. Para juzgar con equidad la obra de los españoles en México hay que subrayar que sin ellos (sin la religión católica y la cultura que implantaron) en nuestro país, no seríamos lo que somos. Seríamos, probablemente, un conjunto de pueblos divididos por creencias, lenguas y culturas distintas».
«The American Pageant», libro de texto de historia muy común en los EE UU se dice textualmente: «Los invasores españoles ciertamente mataron, esclavizaron e infectaron con viruela, fiebre amarilla y malaria a unos nativos que carecían de anticuerpos contra esas enfermedades. Pero a la vez, erigieron un imperio colosal desde California y Florida hasta la Tierra del fuego, les trasplantaron la cultura, leyes, religión y lengua a una amplia variedad de sociedades indígenas. Se fundieron además con los nativos incorporando la cultura indígena a la suya propia, a diferencia de los ingleses que los ignoraron o aislaron».
Ignoro la forma en la que aprobaron la asignatura de Historia los promotores de la idea, y pido desde aquí a los concejales y miembros de la Comisión de nativos indo-americanos de la ciudad de Los Ángeles que repasen su libros escolares, en concreto la de historia de su pais, y lean al historiador y activista norteamericano, defensor de los derechos de los indios, Charles Lummis (del que estoy seguro ignoran su existencia), para documentarse bien antes de llevar a cabo nuevas iniciativas. Él afirmó: «La razón de que no hayamos hecho justicia a los exploradores españoles es sencillamente que hemos sido mal informados. Su historia no tiene paralelo... Amamos la valentía y la exploración de las Américas por los españoles. Fue la más grande, la más larga la más maravillosa serie de proezas que registra la historia». Los españoles no podemos permanecer impasibles ante tales afrentas, porque sospecho fundadamente que Colón es el primer eslabón de una campaña prediseñada que puede seguir con Fray Junípero Serra, y otros. Tenemos la obligación moral de luchar contra tal ignominia, ser fieles con la historia y de defender las hazañas realizadas por Colón, Cortés, Pizarro, Balboa o Soto entre otros. Todos ellos, y muchos más, menos conocidos, contribuyeron a hacer de España el Imperio que fue.