Mitos y leyendas: ¿Corrió peligro la vida de Juan Carlos I?
En agosto de 1995 un comando etarra, establecido durante más de veinte días en Mallorca, tuvo en su objetivo al monarca hasta en cuatro ocasiones
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Están a punto de cumplirse 24 años desde que la banda terrorista ETA intentó asesinar al rey Juan Carlos en Palma de Mallorca, en agosto de 1995. Pese a que la Casa del Rey manifestase entonces que la vida del monarca jamás corrió peligro, lo cierto es que don Juan Carlos estuvo a tiro al menos en cuatro ocasiones, tal y como demuestro en mi libro «Matar al Rey» (Alianza), parapetado en los documentos inéditos incautados al comando terrorista. El etarra Jorge García Sertucha, encargado de disparar contra el rey con su rifle repetidor de mira telescópica fabricado por Daniel Dekaise en Wavre (Bélgica), con el número de serie 3782, no perdió de vista entonces la dársena de Porto Pi, donde atracaba el yate «Fortuna».
Por fin, el 8 de agosto volvió a tener al rey en su punto de mira por cuarta vez. El «Fortuna» tenía previsto zarpar ese mediodía a las 12.20, y llegar a Porto Pi a las 20:40 horas. La Familia Real se trasladaba aquel día a Ibiza, y Sertucha recogió en sus cuartillas la presencia de cada uno de sus miembros en Porto Pi: «Él, ella, niños, Pablo de Grecia, mujer [se refería a la esposa de éste, la multimillonaria norteamericana Marie Chantal Miller]. Él no está a la vuelta», anotó de su puño y letra. La maniobra de salida del «Fortuna» duró más tiempo esa vez, exactamente 9,29 minutos en el reloj de Sertucha, dado que la presencia de la Familia Real y de sus invitados retrasó los preparativos de partida.
Antes de embarcar, el rey celebró una audiencia con el general José Fouce, jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra. Por la noche, en el piso de la calle Rafaletas alquilado por los terroristas se reunieron los tres miembros del comando: Juan José Rego Vidal, su hijo Ignacio Rego Sebastián y el ya mencionado García Sertucha. Durante los veintitrés días que llevaban ya en la isla habían tenido al rey a tiro en cuatro ocasiones y comprobaron que el disparo a 251 metros de donde atracaba el yate podía efectuarse con bastante éxito. Sólo había una razón que había impedido que Sertucha apretase el gatillo de su rifle: la huida.
Una vez realizado el disparo era preciso activar, en sólo tres minutos, el temporizador de un artefacto explosivo, burlar a los policías de servicio en la zona, atravesar por dentro el hipermercado Pryca y salir a la calle por su puerta trasera, donde estaba aparcada la Yamaha con la que pretendían escapar hasta el puerto de Alcudia. Allí, precisamente, les aguardaba el jefe del comando, Juan José Rego, a bordo de «La Belle Poule», el barco que les conduciría de vuelta al puerto francés de Antibes.
Ignacio Rego había cubierto en dos ocasiones el trayecto hasta Alcudia, y durante la reunión informó de que el tiempo real de la huida oscilaba entre cincuenta y cincuenta y cinco minutos. El comando se dio de plazo hasta el siguiente domingo, 13 de agosto, para intentar la acción contra el rey. En caso de no presentarse una nueva oportunidad, ésta debía suspenderse hasta más adelante. Pero, mientras permanecía en su puesto de observación, junto a la ventana del salón, Sertucha no podía ni siquiera sospechar que la Policía los hubiese localizado y menos aún que hubiese iniciado los trámites legales para detenerlos.
A las nueve de la mañana del 9 de agosto, en la Jefatura Superior de Palma, dos inspectores adscritos a la Unidad Central de Información cursaron los mandamientos de entrada y registro en el piso de la calle Rafaletas y en el yate «La Belle Poule». La petición iba dirigida al Juzgado de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, cuyo titular era Baltasar Garzón.
La Operación Lugo, dirigida en principio a descubrir y desmantelar la trama financiera de ETA, llevó al final hasta el comando que, a bordo de «La Belle Poule», arribó al puerto deportivo de Alcudia el 17 de julio con el objetivo de matar al rey. A las 23.50 horas del 9 de agosto, García Sertucha e Ignacio Rego se encontraban en el dormitorio principal viendo la televisión, muy cerca de la puerta de entrada. Llevaban ambos pantalones cortos e iban descalzos. Estaban casi a oscuras cuando los GEO (Grupos de Operaciones Especiales) irrumpieron en el piso. Apenas transcurrieron veinte segundos desde que reventaron los cerrojos de la puerta a tiros, hasta que los ocho agentes lograron reducir a los dos terroristas esposándolos con el rostro a un palmo del suelo.