Crítica de "Anatema": de Madrid al infierno ★★★
Directora: Jimina Sabadú. Guion: Jimina Sabadú, Elio Quiroga. Intérpretes: Leonor Watling, Pablo Derqui, Jaime Ordóñez, Keren Hapuc, Mauro Brussolo. España, 2024. Duración: 91 minutos. Terror.
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Y aterriza hoy en las salas españolas la tercera entrega del sello dedicado al terror The Fear Collection tras «Veneciafrenia» y «Venus», este « Anatema» que supone el acertado, aunque con sus cositas, debut en la dirección de Jimina Sabadú (con la gracia que me hace el nombre de esta joven escritora y cineasta y el miedito que da la película), en el que, tras un escalofriante prólogo sobre lo que le sucede a unos niños cuando reciben la Primera Comunión en una de las iglesias más antiguas de Madrid allá por los años setenta, conocemos a la monja Juana Rabadán, al cabo, una de aquellas chicas traumatizadas por lo sucedido, que recibe el encargo de visitar las catacumbas de aquel siniestro lugar donde podrían encontrarse las mismísimas puertas del infierno.
Y es que el arzobispo sospecha que en esos interminables túneles se encuentra el Sello de San Simeón, colocado allí por el propio eremita con el fin de salvaguardar el mundo de un mal de tiempos pretéritos. Con la ayuda de un joven sacerdote llamado Ángel, la novicia Mara y el exorcista Cuiña, Juana bajará al subsuelo para enfrentarse a lo sobrenatural, aunque deba hacer lo propio con su pasado.
El filme tiene momentos muy de serie B currada, una interpretación sobre todo, la de Leonor Watling, bastante encomiable, y mientras conocemos los secretos de La casa del pecado mortal, descubrimos a un puñado de entes ciertamente pavorosos (las señoras vestidas de negro y blanco rigurosos causan bastante respeto), aparece por ahí la esvástica nazi, o sea, uno de los símbolos del mal más agradecidos y utilizados en este tipo de cintas, y, para quienes no lo sepan, nos explican qué es el don de la bilocación (la presencia simultánea de una misma persona en dos lugares distintos), pues caemos en la cuenta de que hemos pasado finalmente un buen rato, es un decir, ya me entienden, en medio de una ciudad que también guarda oscuros secretos aunque arriba bailen un chotis.
Lo mejor:
La esforzada interpretación de Leonor Watling y las pintas de estos entes sobrenaturales
Lo peor:
Algún diálogo chirría un poco y que el final se nos antoja empalagosillo