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Crítica de "Los asesinos de la luna": una historia de violencia ★★★★

Dirección: Martin Scorsese. Guion: Eric Roth y Martin Scorsese, según el libro de David Grann. Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Robert De Niro, Lily Gladstone, Jesse Plemons. Estados Unidos, 2023. Duración: 206 minutos. Western.
Robert De Niro en "Los asesinos de la luna"
Robert De Niro en "Los asesinos de la luna"Imdb
La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Cuando, al final de “Gangs of New York”, las Torres Gemelas se erigían como panteón testimonial de la violencia étnica que ha servido para cimentar la hegemonía global del capitalismo neoliberal, Martin Scorsese estaba, en realidad, plantando lo que sería el germen de “Los asesinos de la luna”. Violencia y poder económico son, para Scorsese, pulsiones que bailan pegadas si se trata de describir el devenir histórico de un sueño americano devenido en pesadilla: tanto en sus películas mafiosas (“Uno de los nuestros”, “Casino”) como en su corrosivo retrato de la especulación bursátil (“El lobo de Wall Street”), América es sangre, decadencia y dólares.
Eso sí, su fascinación por los perpetradores, por los claroscuros del antihéroe, por generar identificación con hombres moralmente despreciables, le hacía olvidarse de las víctimas. Es un gesto hermoso que Scorsese se estrene en el western, el género que contribuyó a construir la imagen mítica que América tiene de sí misma, con la intención de denunciar la masacre que las élites blancas cometieron para quedarse con la riqueza de los nativos del pueblo Osage.
Es un western, por supuesto, que se mira en su propio crepúsculo, que cuestiona la leyenda de sus orígenes. En cierto modo, es un western a la contra: explicado el plano general -la impunidad con que los caciques que, en los años veinte, asesinan a los Osage hechizados por la avaricia, esa fiebre del oro negro-, lo que más le interesa a Scorsese es el plano detalle, o lo que es lo mismo, la relación amorosa entre Ernest Buckhart (Leonardo DiCaprio), sobrino y mano derecha del satánico William Hale (Robert de Niro), y Mollie Kyle (Lily Gladstone), india Osage con la que se casa y forma una familia. Si el epicentro dramático del filme es ese matrimonio, es lógico que la puesta en escena se contagie del pulso de lo íntimo, del valor de la palabra y la mirada, que acaban por colonizar lo que, convencionalmente, entendemos como la épica del western.
Es en la descripción de esta fascinante pareja donde “Los asesinos de la luna” asume su condición de melodrama trágico. El western se diluye cuando llega el FBI para desmontar los crímenes de Buckhart y Hale, y la película se cierra con una brillante coda radiofónica (otra vez la palabra), pero lo que queda clavado en la memoria es, tal vez, el más hermoso retrato femenino de la obra de Scorsese. Ahí está, también, su homenaje a las víctimas: la portentosa interpretación de Gladstone devora la de sus compañeros masculinos aportando una dignidad, una entereza, una serenidad admirable a un personaje que encarna la opresión a todo un pueblo. Es un personaje problemático, porque es una víctima que se ofrece a su verdugo por amor, pero no hay que confundir esa voluntad de sacrificio con sumisión. Como en las grandes películas de Mizoguchi, la mujer es víctima de su pureza de espíritu frente a la debilidad del hombre. Tal vez, después de todo, Scorsese no haya hecho un western, sino un homenaje a “Vida de Oharu”.
Lo mejor:
La magnífica Lily Gladstone se convierte en el corazón de la película, y su personaje es todo un homenaje a las víctimas del pueblo Osage.
Lo peor:
Gana en ritmo y profundidad cuanto más se acerca a la tragedia del matrimonio contra natura entre DiCaprio y Gladstone.