Crítica de "El aspirante": malditas novatadas ★★★

Aunque uno de los «putos amos» de la Residencia Universitaria Tolentino reniegue de la violencia («que estamos en el siglo XXI, por Dios»), las novatadas que lidera este estudiante tan clasista como cínico suponen un cúmulo de humillaciones (vestir a los jóvenes de mujer, desnudarlos para pedirles posturas vejatorias, obligarlos para que pasen toda la noche bajo un asqueroso sofá...) que muchos no pueden soportar. Así, en numerosas ocasiones, todo eso de la fraternidad, de los «siervos», de las órdenes absurdas, puede acabar estallando como una bomba de relojería. Y así sucede en la película de Juan Gautier, un drama con tintes (aunque livianos) de thriller en la que dos alumnos recién llegados deciden aceptar un desafío con el objetivo de integrarse en la comunidad.

Narrada durante 24 horas, ambos son conducidos a los sótanos del Colegio Mayor, donde se les da la opción de marcharse o no. Y, al aceptarlo, comienza la cacería, las pruebas de disciplina surrealistas, y suceden las fiestas, las drogas, el alcohol. Paulatinamente, los dos protagonistas irán perdiendo la fascinación inicial por sus «líderes» mientras las ganas de juerga y sexo (qué penosas escenas estas últimas) son reemplazadas por un sentimiento, al principio, nebuloso de miedo y angustia hasta eclosionar hacia el tercio final de la cinta, cuando aquella celebración de la masculinidad salpicada de comentarios machistas explota en tragedia. Un voluntarioso filme en ocasiones asfixiante, en otras un tanto caótico, sobre una lacra prohibida por ley hace dos años. Lamentablemente, la práctica continúa.

Su acertada atmósfera, tan asfixiante como claustrofóbica, realmente agobia

Las interpretaciones de estos jóvenes actores resultan en algunos casos irregulares