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Crítica de "Bodegón con fantasmas": el ómnibus del misterio ★★★ 1/2

Dirección y guion: Enrique Buleo. Fotografía: Gina Ferrer. Intérpretes: Jordi Aguilar, Eduardo Antuña, Enric Benavent, Patty Bonet. España, 2024. Duración: 88 minutos. Comedia.
Crítica de "Bodegón con fantasmas": el ómnibus del misterio ★★★ 1/2
Un fotograma de "Bodegón con fantasmas"Imdb
Sergi Sánchez
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

Barcelona Creada:

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Puede que un fantasma sea un recuerdo que se niega a morir, o que, como decía Lacan, la realidad sea el soporte para el fantasma de un neurótico. Aunque, tal vez, la particularidad de los personajes de “Bodegón con fantasmas” es que no son neuróticos, y que sus fantasmas conviven con lo que llamamos realidad, aunque esta sea tan prosaica, tan anacrónica, tan extravagante, que no parezca real. 
Esta sensación de extrañamiento, que el debut en el largo de Enrique Buleo comparte con el cine de Chema García Ibarra, procede justamente de una puesta en escena que integra las batas de boatiné, el papel pintado, los manteles de hule, los muebles de formica de la cocina y la vajilla Duralex (excelente dirección artística) con la normalización de las apariciones sobrenaturales. 
Lo que “Espíritu sagrado” hacía con las sectas y los ovnis, “Bodegón con fantasmas” lo hace con los ectoplasmas y los casos propios de la Nave del Misterio. No nos malinterpreten: el tono es deliberadamente más ligero, menos perturbador que en el excelente filme de Ibarra. Existe la misma fascinación por un hábitat (un pueblo de la Mancha) y sus gentes, los vivos y los muertos, aunque su carácter de película-ómnibus la condena a una cierta (y lógica) irregularidad. 
En las cinco historias que configuran la película -que uno imagina dirigidas por el Manolo Summers de “La niña de luto” si este, en los sesenta, hubiera creído en el más allá- abundan los deseos no consumados: por ejemplo, el del padre que, una vez muerto, quiere ser recordado como la mujer que nunca fue en vida; el de la vieja solitaria a quien le gustaría ser poseída por el espectro de un vecino; o el de los fantasmas clásicos, con sábanas incorporadas, que reclaman la apertura del limbo a un sacerdote que duda de su fe. 
Son historias mínimas, que no necesitan grandes temas porque se alinean con una tradición que flirtea con una mezcla de esperpento y costumbrismo muy propia del cine español, en la que brillan los actores naturales apegados a su texto sin distancias irónicas, y un sentido del humor entre negro y entrañable, sin asomo de cinismo.
  • Lo mejor: Su aproximación a la comedia no está exenta de melancolía, y no hay en ella ni condescendencia ni cinismo.
  • Lo peor: Tal vez alguna de las historias no tiene entidad suficiente como para sostenerse más allá de la anécdota.