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Estreno

Crítica de "Los buenos profesores": asignatura aprobada ★★ 1/2

Dirección y guion: Thomas Lilti. Intérpretes: Vincent Lacoste, François Cluzet, Adèle Exarchopoulos, William Lebghil, Louise Bourgoin. Fotografía: Antoine Heberlé. Francia, 2017. Duración: 101 minutos. Drama.

Un fotograma de "Los buenos profesores"
Un fotograma de "Los buenos profesores"Imdb

Thomas Lilti adora las vocaciones, sobre todo cuando nacen para sanar cuerpos y almas. Primero fueron los médicos (“Hipócrates”, “Mentes brillantes”, “Un domingo en la campiña”), ahora son los profesores, tal vez en un futuro sean los curas. Toda vocación implica un sacrificio, pero solo es vocación porque cuando suena el timbre que da por acabada la jornada quedarse sin voz y sin tiza ha valido la pena. “Los buenos profesores” es la película que todo departamento de educación querría para ilustrar su programa electoral: por un lado, cubre el expediente criticando las injustas inspecciones, los intolerantes comités disciplinarios y los protocolos absurdos implantados sin pensar en la formación del profesorado, pero por otro, glorifica las horas extra, el compromiso, la innovación pedagógica y el entusiasmo del cuerpo docente que nunca parece demasiado quemado para darlo todo en las aulas.

Si la película destaca por algo es por la ausencia de crisis. Planteada como un retrato coral, conducido por la figura de un profesor de matemáticas en calidad de sustituto (Vincent Lacoste), no está tan preocupada por subrayar los conflictos sociales de su alumnado, como acostumbra a hacer el cine francés cuando se acerca a los patios de instituto, sino en humanizar a los que enseñan, a picotear en los problemas de su vida privada, a mostrar el trabajo duro que hay detrás para ganarse a sus alumnos, a bucear en sus dudas e inseguridades.

Picotear sería la palabra exacta: apenas hay tiempo de atender a sus preocupaciones, Lilti siempre tiene prisa por pasar a otra cosa, y los tropiezos domésticos de sus personajes, por muy graves que sean, se resuelven de forma epidérmica. Allí donde se detiene la película es en filmar a la gente trabajando, y hay algo hermoso en ese gesto, aunque Lilti no pueda evitar dar una visión sesgada de la solidaridad docente. Este crítico tiene la sensación de que el filme se desarrolla en una versión Disney de un instituto, donde no hay ni una sola pieza disonante en una maquinaria amable, en la que todo se discute y debate, en la que solo hay apoyo y cariño entre los que navegan entre pizarras, en la que el único conflicto que aparece -un conato de agresión por una mala nota- es resuelto con suavidad.

Lo mejor:

Es de agradecer que una película dedicada a la experiencia docente no insista en las lacras sociales de los alumnos.

Lo peor:

Es demasiado superficial en su coralidad, y excesivamente amable al retratar el compañerismo del profesorado.