Crítica de "Los colonos": el western nació en Chile ★★★★ 1/2
Director: Felipe Gálvez. Guion: F. Gálvez, A. Girardi, M. Llinás. Intérpretes: Mark Stanley, Alfredo Castro, Camilo Arancibia, Mishell Guaña. Fotografía: Simone D’Arcangelo. Chile, 2023. Duración: 97 minutos. Drama.
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Si el western clásico fue necesario para reivindicar la construcción del mito de América, su contraplano moderno no hizo más que desmontar esa fantasía ideológica. Ese proceso de desmitificación se globalizó cuando viajó hacia el sur, y el género admitió sus genes poscoloniales. En Latinoamérica, donde el genocidio indígena fue estilo de vida para los conquistadores, el western se convertía en depósito de una memoria histórica que resonaba con fuerza en las paredes del presente.
Felipe Gálvez alimenta esa visión del género como espejo de la contemporaneidad en su excelente ópera prima “Los colonos”: el exterminio de los selk’nam, que son un obstáculo para que un latifundista sin escrúpulos abra las rutas de su ganado hacia el océano, será una mancha en la Historia de la nación chilena, que sus altas esferas querrán borrar para salvaguardar la imagen democrática del país. Es el péndulo de la Historia: de los selk’nam a los desaparecidos y torturados por la dictadura de Pinochet hay solo un suspiro, una confesión en los confines del mundo que se resiste a ser filmada, a aparentar que aquí no ha pasado nada.
Hasta llegar a revelar su sentido de la moral histórica, “Los colonos” es un western puro y duro. Cruzando los paisajes de Tierra del Fuego, Felipe Gálvez también cruza buena parte de la biografía del género: desde la lacónica crueldad del western de serie B hasta su revisión europea, pasando por la violencia sin coartadas de “La venganza de Ulzana” y los escenarios abstractos de “Jauja”. En esta modélica ‘road movie’ capitular, protagonizada por dos desalmados y un testigo silencioso, mestizo cómplice de la locura de su viaje, todos esos referentes impregnan, sin hacerse notar, sus imágenes de un modo tan enérgico como perturbador. Hay algo en ella de película de terror, como si fuera algo así como una versión política del “Bone Tomahawk” de S. Craig Zahler recorrida por la poética áspera, cortante, de Cormac McCarthy.
Lo mejor:
Es un western sin concesiones, a la vez violento y hermoso, que también se ofrece como lectura de una nación que quiere borrar su historia.
Lo peor:
Acaso es demasiado arisca para competir en una cartelera que ama la amabilidad.