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cine
Crítica de "Por todo lo alto": hombre rico, hombre pobre ★★ 1/2
Dirección y guion: Emanuelle Courcol. Guion: Khaled Amara, Oriane Bonduel y Emanuelle Courcol. Intérpretes: Benjamin Lavernhe, Pierre Lottin, Sarah Suco. Francia, 2024. Duración: 103 minutos. Comedia dramática.

Nos cuentan que a Maurice Ravel se le ocurrió su popular bolero después de escuchar el ruido de las máquinas de una fábrica, el ballet mecánico de la revolución industrial. No es casual que “Por todo lo alto” imagine una majestuosa versión del tema de Ravel como una especie de espacio seguro de reconciliación sociocultural, donde las diferencias de clase, económicas y de educación se difuminan en beneficio de la celebración de la dimensión más popular de la música, no por ser clásica menos universal. Es bajo el influjo de las notas del bolero de Ravel donde la película explica todo su potencial metafórico, que quiere ver entre ricos y pobres -entre la élite cultural y los militantes de la lucha sindical- un puente de doble dirección.
“Por todo lo alto” es varias cosas a la vez: entre otras cosas, un melodrama familiar, que por un lado cree que somos lo que vale nuestra educación y por otro defiende el origen genético del talento artístico, otra forma de pensamiento mágico; una comedia social, que abunda en el buenismo condescendiente de los privilegiados que descubren la pureza de las clases proletarias; un telefilme de enfermedades terminales a la vieja usanza; y una oda a la fuerza de la comunidad unida, bien para hacer música -como en una vieja película de la Ealing o, en su peor versión, “Tocando el viento” o “¡Qué suene la música!”-, bien para protestar contra el cierre de una fábrica que ha alimentado a toda una región.
La buena noticia es que Emmanuel Courcol nunca parece decidirse por ninguna, saltando de una a otra mientras se fija en la evolución de una relación fraternal estrenada en la edad adulta. Ese es el centro emocional del filme, sostenido sobre todo por la precisa, magnífica interpretación de Pierre Lottin (lo vimos, espléndido, en “Cuando cae el otoño”) como hermano pobre, lacónico, artista casual del trombón y donante de medula. Courcol sobrevuela todas las películas que apunta, evitando, con su epidérmico enfoque, caer en muchas de las trampas que parece tenderse a sí mismo. Están a la vista, pero duelen poco.
Lo mejor:
Algunas conversaciones entre los nuevos hermanos de sangre son conmovedoras, sobre todo gracias a Lottin.
Lo peor:
El conjunto exuda un leve, molesto aroma a buenismo condescendiente.
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