Sección patrocinada por sección patrocinada

Estreno

Crítica de "A la deriva": atrapados en la marea de la historia ★★★★ 1/2

Dirección: Jia Zhang-ke. Guion: Jiahuan Wan y Jia Zhang-ke. Intérpretes: Zao Thao, LiZhubin, Zhou You. China, 2025. Duración: 111 minutos. Drama.

Un fotograma de "A la deriva"
Un fotograma de "A la deriva"Imdb

Es extraño encontrarse con una película que, en su desconcertante imprecisión -atrapada, como nos informa su título en inglés, “Caught by the Tides”, en una marea (de imágenes, de texturas, de humores)- se revela como la más precisa radiografía del devenir histórico de un país como China en el último cuarto de siglo, y también como la más precisa crónica de la evolución de un cineasta que filma su autobiografía a partir de los restos del naufragio de su propia obra, de todo aquello que rodó y descartó a voluntad, pensando en que, en un futuro, podría utilizarlo para explicarse a sí mismo, para explicar su historia de amor con su musa y colaboradora desde 2001, Zhao Tao, y, en fin, para explicar la propia historia del cine digital, desde la polvorienta suciedad de sus comienzos (en “Unknown Pleasures”) hasta la cristalina definición de las imágenes recientes de “Más allá de las montañas” o “La ceniza es el blanco más puro”.

Hablábamos de imprecisión, porque la película empieza a tientas, indefinida, como buscando su propia forma sin anclarnos en otra cosa quedeambular de su heroína, a la que nunca oiremos hablar. Sabemos que Zhang-ke, tan preocupado por dibujar un espacio inestable, en permanente estado de mutación, prefiere romper la brújula, sumergirnos en un lugar que está, como el mismo filme, en constante construcción. Cuesta orientarse en “A la deriva”, hasta que el espectador advierte que el cineasta chino cuenta la historia que más le concierne, una de amor y abandono, con el telón de fondo de un país que parece huir de sí mismo, un poco como él mismo, que ha hecho de su identidad creativa una búsqueda incesante en las formas del exilio y las texturas metamórficas del digital.

Pero quizás lo más conmovedor de la película reside, en definitiva, en lo que tiene de carta de amor a una actriz cuya fotogenia, cuyo cuerpo que madura y envejece al ritmo de la música pop o tecno, se convierten en el ojo que nos mira desde el centro de la Historia. Zhao Tao es, en cierto modo, esa China que Zhang-ke ha aprendido a filmar desde la ficción y el documental, admirando su aguante, su espíritu de resistencia, su belleza cautiva.

Lo mejor:

Es el épico fuera de campo de toda una obra, la síntesis vacilante e imperfecta de un proyecto artístico.

Lo peor:

No es fácil manejarse entre sus imágenes, sobre todo en sus primeros compases.