Crítica de "Disturbios": el empleo del tiempo ★★★★☆
Dirección y guion: Cyril Schäublin. Intérpretes: Clara Gostynski, Alexei Evstratov, Valentin Merz, Li Tavor, Daniel Stähli, Hélio Thiémard, Mayo Irion, Laurent Ferrero, Laurence Bretignier. Suiza, 2022. Duración: 93 minutos. Drama.
Creada:
Última actualización:
Sabemos que el empleo y la medida del tiempo siempre han cotizado alto en el mercado de valores del capitalismo. En el lúcido ensayo “24/7”, Jonathan Crary nos contaba que, en la contemporaneidad, las horas de sueño se van reduciendo drásticamente como mecanismo de control de las fuerzas económicas, que nos convierten en esclavos del consumo en nuestros momentos de ocio.
Como si estuviera respondiendo a Crary, el suizo Cyril Schäublin, que procede de familia de relojeros, nos recuerda que el tiempo fue oro para los fabricantes de tiempo, allá por 1877, y tal vez por eso, en ese contexto, el anarquismo se hizo fuerte, para liberarse de esa servidumbre de los balances y los ajustes cronológicos. Una de las virtudes más fascinantes de “Disturbios” es la precisión, sí, suiza con que filma la construcción de un reloj, la división neurótica del proceso de trabajo, los planos detalle de nanoespirales de la que depende nuestra productividad, nuestro ser en el mundo, y el rigor con que explica los pormenores cotidianos de los anarquistas, ahora solidarizándose con los compañeros huelguistas en Baltimore, luego votando en blanco en las elecciones municipales.
Parece que Schäubin utilizará la visita del cartógrafo ruso e ideólogo fundador del anarcocomunismo Piotr Kropotkin a la ciudad de Sant Imier como catalizador de una revuelta, pero al final es un elemento más de un mecanismo que ya está en marcha. La revolución de los trabajadores es tan pacífica y armoniosa como el entorno natural en el que se desarrolla, y que a veces la puesta en escena de Schäubin agiganta en perjuicio de la pequeñez de lo humano, como si quisiera resaltar que toda ideología pertenece a su vez al gran reloj del mundo, que avanza inexorable ajeno a las tensiones laborales, a la tiranía educada pero implacable de la patronal, al sentido político de comunidad de un anarquismo que aún no había quemado iglesias.
Lo mejor
Que nos recuerda que la lucha por los derechos de los trabajadores empieza por fortalecer una solidaridad transversal y pacífica.
Lo peor
Que la precisión suiza de su puesta en escena enfríe en exceso el tono del relato.