Crítica de "Dune: parte 2": ¿La caída de la Casa Atreides? ★★★★
Director: Denis Villeneuve. Guion: Jon Spaihts y D. Villeneuve. Intérpretes: Timothée Chalamet, Zendaya, Rebecca Ferguson, Austin Butler, Javier Bardem, Florence Pugh. EE.UU, 2024. Duración: 166 minutos. Ciencia ficción.
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El cineasta Denis Villeneuve («Enemy». «Blade Runner 2049»... hubo vida para este director antes de «Dune», aunque, claro, ambas han fulminado prácticamente todo su historial) vuelve a pisar la enrojecida arena, el planeta desértico de Arrakis y el único lugar del universo donde puede recolectarse la especia, clave para el comercio y la estabilidad del Imperio (lo que significa, a la postre, que quien la posea ostentará el poder, y he ahí la cuestión), justo donde nos dejó la primera y tan rabiosamente popular primera parte de la saga. Que será larga, apuesten lo que quieran y por mucho que alguien tenga sus dudas, todavía quedan taquillas y novelas por delante.
Tras un sorpresivo y brutal ataque de los Harkonnen, esos siniestros y malvados personajes de estética inequívocamente fascista, estos dan por muerto a Paul Atreides, un Timothée Chalamet que va madurando como actor en paralelo al tirón que posee entre la gente joven y los modelitos que gasta. Pero no, Atreides está más vivo que nunca y, junto a su madre, que guarda quizá ciertos secreto, se une a los Fremen, pueblo de grandes guerreros que vive en el desierto cuyos ojos son de un color azul brillante debido al constante contacto con la especia y que lucen con aspecto de unos tuaregs futuristas.
Allí Paul adoptará el nombre de Muad’Dib y comienza su entrenamiento para demostrar que puede convertirse en líder de este puñado de valientes hombres y mujeres, incluso ser el nuevo mesías (sobre todo, lo piensa y proclama a todo trapo el fanático Stilgar, que interpreta de manera genial Javier Bardem) para este pueblo que no terminó nunca de acostumbrarse a los abusos de los colonizadores. Incluso el joven protagonista les demuestra que puede cabalgar montado sobre un gusano gigantesco. Porque no solo repiten los actores principales en esta épica, monumental superproducción, también aquellas feroces lombrices gigantescas y los estilizados helicópteros libélula.
Paul, que continúa teniendo visiones y sueños proféticos, deberá, pues, enfrentarse a las intrigas de los Harkonnen, a las artes ocultas de las enigmáticas e inclementes Bene Gesserit y a cuantos se les ponga por delante para que la Casa Atreides no acabe barrida por ese caluroso viento. Pero en esta fabulosa y por momentos deslumbrante película (escenas como las que transcurren en el «circo romano» con el sobrino del Barón de Harkonnen en el papel de un sanguinario y psicópata gladiador resultan especialmente espectaculares) hay también una emergente historia de amor, la de Paul y la joven Chani (Zendaya),y la aparición del emperador Padishah Shaddam IV (Christopher Walken) y su hija, contra quien se verá las caras Paul. En resumen: desde el punto de vista visual, y como la predecesora, un filme de extraordinaria factura pero, y peca otra vez de lo mismo, un tanto fría, con los sentimientos en ocasiones de ciertos personajes petrificados en medio de tan insoportable calima. Ojalá Bardem/Stilgar, con las ideas tan claras, le hubiera inyectado al metraje un poco de su apasionamiento bereber.
Lo mejor:
Como la anterior, desde el punto de vista visual es todo un espectáculo
Lo peor:
Ambas nos parecen un tanto frías; un poco más de corazón les habría sentado muy bien