Crítica de "La espera": horror en la España vaciada ★★★
Dirección y guión: F. Javier Gutiérrez. Música: Zeltia Montes. Fotografía: Miguel Ángel Mora. Intérpretes: Víctor Clavijo, Ruth Díaz, Pedro Casablanc, Luis Callejo, Manuel Morón. España, 2023. Duración: 100 minutos. Terror.
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En “La espera” hay una idea brillante, ejecutada con rigor espartano: aquel cine español mesetario, áspero, con la boca llena de polvo y pobreza, que cineastas como Carlos Saura (desde “La caza” hasta “El séptimo día”) o Mario Camus (“Los santos inocentes”) cultivaron en tierras ateridas de frío o quemadas por el sol, era el único cine de terror que nos concernía como país. He aquí, pues, el caciquismo latifundista que trata a sus trabajadores como esclavos, y los esclavos que, al borde de la desesperación, responden henchidos de ira contra la opresión de clase.
En la España vaciada de los setenta, Eladio (estupendo Víctor Clavijo, olvidado injustamente en las nominaciones a los Goya), guarda de una finca jienense hundido en la miseria, acepta un soborno que pondrá en marcha una maldición en bucle, una espiral de muerte que parece emerger de su cuerpo sucio y maltrecho y su cara mal afeitada, y que lo sepultará en lo que parece, solo parece, el pozo de la locura. “La espera” no tarda en situarlo en ese lugar terrible, para luego convertirse en un ‘one man show’ de su declive mental y alucinatorio, en el que se supone que, sí, esperamos que ocurra algo más. En ese tránsito, F. Javier Gutiérrez sabe jugar, como decíamos, con la tradición de cierto cine español adusto, pero también con la fisicidad del ‘spaghetti western’ que, en los setenta, época en la que se sitúa la película, tenía como centro de operaciones los paisajes resecos de Almería.
Esa espera del título tiene que ver, claro, con la llegada de un giro de guion que hará ingresar a la película en el terreno del fantástico. En definitiva, lo que ha hecho Gutiérrez es una versión patria de ese ‘folk horror’ que parece haber vuelto con fuerza en el terror anglosajón -desde “La bruja” hasta “Midsommar”- pero la estructura narrativa que ha escogido para canalizar su homenaje genera una impaciencia que no tarda en ponerse en contra de su sorpresa argumental. Tal vez al descenso a los infiernos de Eladio le habría venido mejor algo más de oxígeno en su desarrollo, o lo que es lo mismo, más arrebatos fantásticos, para que su realismo sucio, enfangado, no pareciera una coartada para cruzar al otro lado del espejo.
Lo mejor:
La idea de trabajar una sólida tradición del cine español para derivarla hacia lo fantástico.
Lo peor:
Que hay que esperar demasiado para que las cartas estén sobre la mesa.