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Crítica de "Joyland": romper cadenas ★★★☆☆

Director: Saim Sadiq.Guion: S. Sadiq y Maggie Briggs. Intérpretes: Ali Junejo, Alina Khan, Rasti Farooq, Sarwat Gilani, Salmaan Peerzada, Sania Saeed, Sameer Sohail, Ramiz Law, Honey Albela, Priya Usman Khan. Pakistán, 2022. Duración: 126 minutos. Drama.
Un fotograma de "Joyland"
Un fotograma de "Joyland"Imdb
La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

Barcelona Creada:

Última actualización:

Si la ópera prima de Saim Sadiq ha hecho historia convirtiéndose en la primera película pakistaní que ha concursado en Cannes, es porque su puesta en escena habla el esperanto de la aldea global, ese idioma que, apelando a temas de conversación que están en boca de todos (es decir, masculinidades tóxicas, homofobia, oxidada hegemonía del patriarcado o identidades trans) servidos desde una esmerada estética, satisface al público de festivales. Sadiq, que ha estudiado en la universidad de Columbia, sabe que, para triunfar en el ecosistema de la modernidad líquida, lo local ha de resonar en lo universal, aunque eso signifique pagar un peaje en la singularidad de las formas.
El innegable preciosismo de “Joyland” no empaña la eficacia de su denuncia. La película tiene una estructura radial. En el centro del círculo está Haider (Ali Junejo), el hijo menor de una familia tradicional de la ciudad de Lahore, que abandona su condición de niñera de sus tres sobrinos y su padre inválido, y de amo de casa mantenido por su esposa, para convertirse en secreto en bailarín de un espectáculo liderado por Biba (Alina Khan), una diva trans. “Joyland” es especialmente hábil al utilizar a Haider y su viaje de autodescubrimiento como un catalizador de la disolución de su familia. Sadiq pone el foco sobre cómo cada uno de sus miembros tiene que vivir su propia mentira -y sucumbir a los efectos colaterales de sus silencios o sus obediencias- presionados por una tradición cultural, sexual y religiosa que prohíbe cualquier desvío. Haider abre su corazón y dibuja a su alrededor un círculo vicioso.
Sadiq es especialmente sensible a la hora de abordar la relación de Haider con Biba. Su mirada hacia Biba nunca la victimiza -los momentos visuales más poderosos del filme la tienen como protagonista: los números musicales a lo Bollywood del teatro erótico; la escena del primer flirteo en su apartamento, iluminada con lásers que tatúan intermitentemente sus escarceos con Haider; el paseo en moto con su gigante figura de cartón-, pero tampoco maquilla su marginación en una sociedad tan conservadora como la pakistaní. Pero tal vez lo más conmovedor de “Joyland” sea el retrato de la soledad envenenada de Mumtaz (Rasti Farooq), la esposa de Haider: en su progresivo declive, encarcelada entre las cuatro paredes que el patriarcado ha construido para asfixiar sus ganas de vivir, está representada la historia de toda mujer musulmana que sueña despierta con romper las cadenas.
Lo mejor:
El modo (sensible, honesto) en que aborda los conflictos de la mujer y la comunidad LGTBI para expresarse con libertad en una sociedad represiva.
Lo peor:
El exportable estilo de su puesta en escena, un tanto formulario.