Crítica de "Juniper": Charlotte Rampling, esta abuela es un demonio ★ 1/2

¿Charlotte Rampling, con la pata quebrada, bebiendo ginebra como quien se pone perfume y tocando el timbre de su enfermera con la insistencia maníaca de Joan Crawford en “¿Qué fue de Baby Jane”? Menos mal que “Juniper” está organizada alrededor de su carismática frialdad, porque gracias a ella se neutralizan, en parte, las carencias de este telefilme de sobremesa que acumula traumas y desgracias sobre su protagonista masculino, un chico de 17 años (George Ferrier) que, después de la muerte de su madre, está enfadado con el mundo. Es esa rabia la que despierta el interés de una abuela a la que apenas conoce y ahora tiene que cuidar.

A la película le interesa más seguir su plan de trabajo que ser coherente con la lógica de sus personajes: es difícil perdonarle que esa gruñona implacable, exfotógrafa de guerra que odia depender de los demás, pase por corte a ser una anciana sensible y empática, que quiere abandonar este mundo en paz consigo misma. Los gravísimos agujeros de guion de “Juniper” derivan hacia un terreno previsible, en el que la abuela, sustituta de la figura materna, se reconcilia con la vida gracias al elixir de la juventud de su nieto.

George Ferrier sale victorioso de aguantarle la mirada a una veterana como Charlotte Rampling.

Sacrifica toda lógica narrativa por cumplir a rajatabla con las exigencias sentimentales del telefilme de sobremesa al uso.