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Estreno
Crítica de "MadS": espídica infección ★★★★
Dirección y guion: David Moreau. Intérpretes: Lucille Guillaume, Laurie Pavy, Milton Riche, Yovel Lewkowski. Francia, 2024. Duración: 89 minutos. Terror.

Parece que aquel terror extremo cocinado en las hediondas catacumbas del cine francés de principios de siglo sigue vomitando sangre por los callejones, vivito y coleando. Uno de sus artífices, David Moreau, el director de “Ellos”, ha vuelto con energía renovada para demostrar que el campo de batalla de los horrores del siglo XXI es el del cuerpo y sus torturas. Aquí el reto reside en hacer de esa batalla una experiencia subjetiva, casi inmersiva, en la medida en que “MadS” está filmada en un solo plano secuencia.
Ese dispositivo formal, que podría empezar a dar síntomas de agotamiento, a convertirse en un cliché de cierta estética digital, inyecta un nervio a la película directamente proporcional a la droga que esnifa la primera las víctimas del relato, hasta el punto de que no sabremos si la espídica potencia que emana de las imágenes del filme es fruto de la mirada alucinada de su primer protagonista o del supuesto virus que le ha contagiado una misteriosa mujer que se ha cruzado en su camino en medio de una carretera desierta, la que será paciente cero de un experimento que desatará previsiblemente una pandemia de zombis bioquímicos.
Hablábamos de un primer protagonista porque habrá más de uno. En verdad uno de los efectos prácticos de este plano secuencia es la fluidez con que cambia de punto de vista y, por tanto, la naturalidad con que trabaja una suerte de viralidad de la experiencia espectatorial, que viaja de víctima en víctima como esporas de una planta venenosa esparcidas por el viento, posándose de una vez en cuerpos que vibran, y mutan, y se mueven desde los suburbios hasta la ciudad, en motocicleta o corriendo, arrastrando a nuestra mirada sin que podamos hacer nada por evitarlo.
Hay un momento en que nos olvidamos del dispositivo, porque está tan integrado en el relato que lo que menos importa es lo virtuoso de la ejecución. Es cierto que “MadS” no tiene nada de original, hemos visto un millón de veces cómo acaba el mundo en manos de un apocalipsis zombi, pero el grado de intimidad que la cámara establece con las víctimas al pegarse a la espalda de sus metamorfosis nos hace creer que tal vez nosotros también estemos cambiando: que el cine es una infección contra el que no se conocen antídotos.
Lo mejor:
Hay en ella un lúdico placer en ser cine de terror puro, una experiencia intensa sin más coartada que su hipertensión narrativa.
Lo peor:
El recurso del plano secuencia único puede despertar suspicacias entre los más escépticos.
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