Crítica de "Maestro": una cuestión de narices ★★★
Dirección: Bradley Cooper. Guion: Bradley Cooper y Josh Singer. Intérpretes: Bradley Cooper, Carey Mulligan, Matt Bomer, Vincenzo Amato. USA, 2023, 129 min. Género: Biopic.
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Dirección: Bradley Cooper. Guion: Bradley Cooper y Josh Singer. Intérpretes: Bradley Cooper, Carey Mulligan, Matt Bomer, Vincenzo Amato. USA, 2023, 129 min. Género: Biopic.
Una prótesis de nariz puede ser sintomática: es aquel vestido invisible del emperador, la estafa cosmética que nos vende gato por liebre. Quítenle la nariz a Bradley Cooper y, probablemente, su ‘biopic’ del compositor y director de orquesta Leonard Bernstein se quedará desnudo, dejará a la vista la vejez de sus carcasas. Cooper maquilla a “Maestro” con generosas dosis de intimidad, como un ‘showcase’ para sí mismo y, en menor medida, para Carey Mulligan, su esposa en la ficción, que la interpreta con la mezcla de dignidad y resignación de una mujer que ha aceptado ser cimiento emocional de una personalidad volátil y arrebatadora. Como en “Ha nacido una estrella”, a Cooper le interesa el conflicto entre la imagen pública y la privada, entre el genio hiperbólico y el hombre que, alérgico a la soledad, vive encerrado en el armario de sus carencias afectivas y su homosexualidad. El problema es que entre esas dos imágenes se diluye la del músico, camuflada por la hegemonía de la crónica rosa, y compensada por la presencia de la obra de Bernstein en la banda sonora. Una de las películas posibles que “Maestro” descarta, o más bien minimiza, es la del Bernstein artista, el compositor de “West Side Story” y el director de orquesta más seductor y comunicativo al otro lado del océano, tal vez porque Cooper, tan obsesionado con la mímesis, temía no estar a la altura de su modelo con una batuta en la mano.
La falta de contexto histórico y político, lo que podríamos llamar el plano general (cónsul honorario de la denominada “Radical Chic”, fue investigado por el FBI en tiempos mccarthystas por sus simpatías con el comunismo), se sustituye por la cercanía de la cámara con los actores y los sucesivos cambios de estilo visual que corresponden a la cronología del relato, desde un blanco y negro contrastado, de cine clásico con tendencias expresionistas, al verso libre del cine de Hollywood de los setenta. Sin embargo, por mucho que Cooper se columpie en la elegancia de sus imágenes, lo que hay detrás es pura caligrafía, un ejercicio que pasa a limpio, sin posibilidad de error, los usos y costumbres de un género creado a mayor gloria de premios, alfombras rojas y, ahora, plataformas necesitadas de prestigio sin mácula.
Lo mejor: en términos visuales, es una película elegante y armónica.
Lo peor: descartar la dimensión artística del compositor y director de orquesta en beneficio de la crónica rosa.